Razón 20: Un ecosistema único
Esta ganadería extensiva, preservada de la mecanización indiscriminada gracias al amor por el toro y a la abnegación personal de algunos ganaderos (que a buen seguro tendrían mucho más interés – económico en ``fabricar carne´´ en ganadería intensiva) sólo se puede hacer en unos espacios y unos pastos únicos: la dehesa en España (de Salamanca a Andalucía), en Portugal (en el Ribatejo) y en Francia (en la Camarga). Gracias a la presencia del toro de lidia, estos espacios son auténticas reservas ecológicas de incomparable riqueza de flora y de fauna (jabalí, lince, buitre, cigüeña, etc.) similar a los grandes parques naturales protegidos. (En el caso de La Camarga nos podemos referir, por ejemplo, a los trabajos del equipo de Bernard Picon y en especial a su libro ``El espacio y el tiempo en La Camarga´´). Esto lo saben bien los ecólogos, que no deben ser confundidos con algunos teóricos de la ``ecología política´´.
Razón 21: Defensa de la biodiversidad
Un verdadero ecologista defiende la biodiversidad y lucha contra la desaparición de las especies. Los animalistas que hoy batallan por la prohibición de la fiesta de los toros lucha, muchas veces sin ser conscientes de ello, por la desaparición de los toros de lidia. Esta variedad única de toro salvaje preservada en Europa desde el siglo XVIII gracias a las grandes ganaderías estaría condenada al matadero si se supieran las corridas de toros. Con lo cual, para salvar la especie (o la variedad) es necesario ``sacrificar´´ algunos toros en el ruedo. El animalista querría ``salvar´´ a esos ejemplares del destino que les espera. Pero ¿cómo sería eso posible sin condenarlos, a ellos y a todos los demás, al matadero? ¿Qué haríamos con todas esas vacas, erales, becerros, que hoy viven exclusivamente para posibilitar que unos cuantos toros adultos sean lidiados en el ruedo? En efecto, es necesario contar con una ganadería de unas trescientas cabezas de ganado para ``producir´´ anualmente tres corridas de seis toros adultos, (cuatro años). ( A esto, el antitaurino generalmente contesta que no siendo el toro de lidia, en la estricta acepción biológica del término, una especie sino solo una ``variedad´´ su patrimonio genético no tendría que ser protegido: pero ¿podríamos deshacernos de los perros con el pretexto de que tenemos lobos, o viceversa?)
Supongamos que, aguijoneado por estos argumentos, el animalista insista en su empeño de pretenderse ``ecologista´´ y vuelva a las consideraciones morales sobre la necesidad de reducir el ``sufrimiento`` animal. Preguntémosle entonces: ¿disminuiría verdaderamente el sufrimiento animal si se suprimiese las corridas de toros? (Claro, si suprimimos todos los individuos de una determinada población, de un plumazo suprimiremos sus ``sufrimientos´´ pero a nadie se les escapa que esto es un sofisma). Pero, sigamos con ese razonamiento ``utilitarista´´: ¿ qué pasaría con todas esas vidas libres (y por tanto ``mejores´´ que las de la mayor parte del resto de animales que viven bajo la dominación del hombre) de esos centenares de miles de bestias (sementales, vacas, utreros, añojos, becerros)que disfrutan actualmente de una vida conforme a su naturaleza y que no mueren en el ruedo? (De unos 200.000 animales que viven actualmente en las ganaderías destinadas a la lidia, sólo el 6% muere en el ruedo). ¿Cómo contabilizar la pérdida de su existencia y de calidad de vida si se suprimiera las corridas de toros? Vayamos más lejos y volvamos a los doce mil toros que mueren cada año en los ruedos: ¿estamos seguros de que disminuiríamos sus sufrimientos privándoles de una buena vida si se suprimieran las corridas de toros? Y finalmente, ¿estamos seguros de que disminuiríamos los sufrimientos de los toros destinados a la corrida si se les privase de la corrida? (ver argumento 18)
Razón 22: Respeto de la naturaleza animal
Una última consideración ecologista: el toro de lidia es el único animal criado por el hombre que vive y muere conforme su naturaleza (ver argumento 17). Esto no es fruto del azar, sino la consecuencia misma del sentido de la corrida ya que ésta exige bravura del toro. Es un caso único de ganadería que debe respetar necesariamente las exigencias de la vida salvaje del animal (territorio, alimentación, coexistencia de las crías con sus progenitores, etc) precisamente por que hay que preservar lo más intacto posible el instinto natural de agresividad, defensa del territorio y desconfianza ante cualquier intruso, especialmente ante el hombre. El toro de lidia es el único animal doméstico que sólo puede servir a los fines humanos para los que ha sido criado a condición de no ser domesticado. De ahí que deba ser criado de la manera más ``natural´´ posible; en caso contrario, su lidia sería imposible y la corrida de toros perdería todo su sentido.
Por definición la corrida de toros de toros es la práctica humana que debe respetar más y mejor las condiciones naturales de la vida de los animales que viven bajo la dominación humana.
Razón 23: Humanidad y animalidad
Los animalistas defienden que como ``todos somos animales´´ deberíamos dispensar el mismo trato a los animales que a los hombres. Se equivocan. Es justamente por que el hombre no es un animal como los demás por lo que tiene deberes hacia ellos y no al contrario. Estos deberes no pueden, en ningún casi, confundirse con los deberes universales de asistencia, reciprocidad y justicia que tenemos para con los otros hombres en tanto que personas. Sin embargo, está claro que tenemos deberes hacia algunos animales. A priori hay tres formas de relacionarse con los animales. A los animales de compañía, les damos afecto a cambio del que ellos nos ofrecen: por eso, es inmoral traicionar esa relación, por ejemplo abandonando a un perro en el área de servicio de una autopista. A los animales domésticos, les proporcionamos ciertas condiciones de vida, a cambio de su carne, leche o cuero…; por eso, es inmoral considerarlos como meros objetos de producción sin vida, como sucede en las en las formas más mecanizadas de la ganadería industrial; pero no es inmoral matarlos, puesto que con esa finalidad han sido criados (argumento 22). Y, respecto de los animales salvajes, con lo que no nos liga ninguna relación individualizada, ni afectiva ni vital, sino solamente una vinculación con la especie, es moral, respetando los ecosistemas y eventualmente la biodiversidad, luchar contra las especies perjudiciales o proteger ciertas especies amenazadas.
Ahora bien, ¿qué ocurre con los toros bravos – que no son animales propiamente domésticos ni verdaderamente salvajes? ¿Qué deberes tenemos para con ellos? Yo respondo: preservar su naturaleza brava, criarlos respetando esa naturaleza, y matarlos (puesto que solo viven para eso) conforme a su fiereza natural (ver argumento 14 al 16).
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