viernes, 9 de abril de 2010

EL SUFRIMIENTO DEL TORO ( Francis Wolff)

Razón 9: ´´ ¡Pero el toro no quiere luchas!´´
A veces se contesta a los argumentos precedentes con tal sentencia: ``el hombre (torero) lucha si quiere, elige arriesgar su vida; el animal, por el contrario, no elige el combate sino que está condenado a la lucha y a la muerte´´. Responde: es cierto. ¡Pero es que los animales en general no ``eligen´´ conscientemente una u otra conducta! Es decir, no se marcan un objetivo en su mente al que intentarían llegar por tal o cual medio requerido. Muy al contrario, actúan de manera conforme a su naturaleza individual o a la de su especie. De esta forma, un toro que acomete, que ve en cualquier intruso un adversario que debe expulsar y que ataca a un hombre ``que no le ha hecho nada malo´´, no actúa por ``elección´´ o por ``voluntad´´ consciente y clara, sino que su comportamiento obedece a su naturaleza, a su carácter, a la ``bravura´´ que está en él. ¡ Sin lugar a dudas, el toro no quiere luchar, pero no es por que sea contrario a su naturaleza el luchar (¡bien al contrario!) sino porque lo que es contrario a su naturaleza es el querer!

Razón 10: ``Pero la lucha es desigual: el toro siempre muere´´
Ante esta aservación, respondo: la lidia es una lucha con armas iguales, la astucia contra la fuerza, como David contra Goliat. Es también una lucha con suertes desiguales puesto que ilustra la superioridad de la inteligencia humana sobre la fuerza bruta del toro. Pero, entonces, ¿qué pretenden? ¿Qué las posibilidades del hombre y el animal fuesen iguales, como en los juegos del circo? Pero, si muriera unas veces uno y otras veces otro ¿sería más justa la lidia? ¡En absoluto! Sería, en todo caso, más bárbara. La Corrida de toros no es una competición deportiva en la que el resultado habría de quedar imprevisible. Es una ceremonia en la que al final se conoce de antemano: el animal debe morir, el hombre no debe morir (aunque puede suceder, que un torero muera de manera accidental, y que un toro, de manera excepcional sea indultado por su bravura). Esta es la moral de la lidia. Pero que sea desigual no significa que sea desleal. Justamente, la demostración de la superioridad de las armas del hombre sobre las del animal sólo tiene sentido si dichas armas (el trapío, los pitones, la fuerza) son potentes y no han sido mermadas artificialmente. Esta s la ética taurómaca: una lucha desigual pero leal.

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