lunes, 18 de mayo de 2009

Hermoso y Controversial

Por Roque Iturralde G.
Hermosa y controversial a la vez, "violenta y tierna" (como dice una canción), la fiesta de toros genera cada día más discusión y polémica, a medida que nuestras sociedades se internan en la cultura light de la nueva era, a medida que los intelectuales hablan en los foros académicos sobre la posmodernidad y que los medios de comunicación reemplazan progresivamente las ágoras donde se discutía la filosofía, por capítulos renovados de Los Simpson y el Internet permite que niños de Argentina y de la India, se maten en los juegos en red, sin mirarse a los ojos, y sin saber quién está del otro lado de la línea.El encanto de la fiesta brava tiene algo de inexplicable, porque no es racional, porque no responde a silogismos o números. Tiene algo de atávico, pues nos remite a la emoción más primaria; el miedo y al enemigo más esencial; la muerte.Sí, porque en la plaza circula el miedo; miedo del torero, quien sabe que la única forma de salir ileso del embate de esas dos muertes afiladas que el toro tienen en la cabeza, no es enfrentarlas con fuerza, sino con extrema delicadeza.
La manera de que esas agujas no hieran de muerte, es dominarlas y bordar con ellas. Someterlas no es reducirlas, sino sumarse a su dinámica, aunarse con su ir y venir, armonizar la respiración con la del toro, entrar en su cancha y jugar con sus reglas de ritmo, velocidad, fuerza; ser parte de su dibujo. Sólo entonces, cuando la faena es una con el toro, el peligro aparentemente desaparece para el hombre y el miedo se convierte en logro, en placer, en euforia.Circula el miedo en el graderío; escondido bajo los sombreros y tras las copas de vino, el miedo es un secreto masivo que se suspira entre muletazos. Cuando el peligro es más que una novelería de fanáticas chic, la plaza se queda en silencio y se puede oír el rasgar del aire de los pitones duros, rozar de la arena de las zapatillas del toreo, el rumor del viento en la capa; entonces el toreo es real, deja de ser un "happening", para convertirse en un ritual, en el único ritual en el que puede llegar al ara del sacrificio, tanto el sacerdote como la víctima traída para el efecto.
Cuando no hay silencio en la plaza, es porque no hay miedo, es decir porque no hay ritual, no hay toreo.Y es el miedo el que dibuja laberintos en la arena, convertido en toro. Porque el toro embiste como efecto también del miedo. Ha crecido para defender su espacio, para no permitir que el trapo rojo, o el hombre de las luces y las estrellas, o la música, o los gritos, ocupen su lugar. Se sabe, se siente provocado y agredido y actúa para defenderse; solo que su estrategia no es huir, sino ocupar el espacio del otro. Solo los mansos huyen. No dan combate. Buscan artimañas para dañar, se van del lugar tirando cornadas, se refugian en las tablas. El toro, cuando es bravo de verdad, se sabe el guión. Sabe que el caballo es su enemigo y lo embiste con decisión cuando aparece en la plaza. Sabe que no debe distraerse un segundo en la pelea y por ello no raspa el piso buscando agua. Sabe que puede ganar la pelea, y por eso sigue en ella hasta el final.Con el término Thaumatsein, Aristóteles se refiere al asombro como elemento disparador de la sabiduría. Usa el término, para referirse a la sensación del hombre que, admira ante lo que encuentra de manera natural inexplicable, asombro-admiración que le lleva a preguntarse y reflexionar, y como tal, a la filosofía, base del conocimiento y el descubrimiento de la verdad.Acuña también Aristóteles el concepto de catarsis, trayéndolo de la medicina, y utilizándolo para referirse a la tragedia, que en tanto representación teatral, es de gran utilidad para los espectadores quienes ven proyectadas en los actores sus bajas pasiones y sobre todo porque asisten al castigo que éstas merecen, consiguiendo ellos de esta manera un efecto purificador.
La contemplación de la tragedia y la participación del espectador mediante su ánimo (entiéndase mediante su alma) en ella, hace que someta espíritu a profundas conmociones que sirven para purgarlo. Luego de participar en el duro castigo que el destino, y ellos con él, han infligido a los malvados, sienten su alma más limpia. Se sienten mejores ciudadanos.Así, la fiesta/tragedia de los toros recurre al asombro frente a lo inexplicable – la muerte agazapada en las agujas del astado –y provoca en el público la catarsis cuando la tragedia se resuelve a favor del hombre, cuya imagen delicada, ligera, indefensa, incluso femenina, triunfa finalmente sobre la brutal energía de su enemigo animal.Ese proceso de catarsis, en que la purificación se encuentra además artesonada con un nivel simbólico y estético que supera lo que la cotidianidad nos brinda y deja en el ánimo la impronta de un encuentro ritual lleno de una brutalidad ternura, que borda sobre la arena instantes plásticos y emociones que, una vez más, nos remiten a ese asombro primal.Mucho más que testimoniar el ritual, el público participa en él, de manera equidistante. Por el escenario es un círculo, por eso la plaza es un regazo, un vientre, en el que todos los actores, están a la misma distancia de la muerte, y el toro bravo, el verdaderamente bravo, ofrece siempre su muerte, equidistante de todos los asistentes.
¿A favor o en contra de los toros?¿Se puede estar a favor o en contra del mar, o de un huracán, o del amor?¿Es elegible el asombro ante la muerte y la naturaleza?¿Es el alma un músculo voluntario?¿Podemos congelar el miedo?
* Fotografía: JJ Ortiz

lunes, 11 de mayo de 2009

Manifiesto por la defensa de la tauromaquia


1. La tauromaquia es una manifestación cultural de los pueblos de la península ibérica y de algunos países latinoamericanos que heredaron esta práctica en procesos de transculturación a través de la historia. Surgió de la adoración del toro bravo como especie que representa la belleza física, la bravura y la capacidad de reproducción. Se fue materializando como arte popular a través de la evolución de prácticas y ritos espontáneos que pretendían transmitir esos valores a los hombres; de juegos lúdicos que se ejecutaban espontáneamente para demostrar su valor y experimentar sensaciones de riesgo; y por la necesidad de los caballeros feudales de aprovechar la condición de acometer del bos taurus, para emprender ejercicios de preparación para la defensa del territorio y de los hombres a su cargo.

2.Entendemos por cultura como el proceso en el que los individuos construyen, comparten y transforman sus sentidos. Sentido es el conjunto de representaciones, símbolos, arquetipos, conceptos y significados construidos históricamente: Todo aquello a lo que el ser humano dota de sentido durante su existencia. A través de este proceso se construyen los conceptos de identidad, diversidad y, por ende, de la convivencia.

3.Como lo expresara el filósofo y pensador José Ortega y Gasset, no se puede entender la historia de España sin tener en cuenta la fiesta de los toros. Por ende, también la de una parte de nuestra historia. La tauromaquia representa la evolución social de España, desde su estructura feudal, con una fiesta protagonizada en principio por caballeros aristócratas, pasando por la revolución industrial, con un nuevo protagonista, el torero de a pie, de extracción popular, una proyección del proletariado, hasta su consolidación como espectáculo de masas gracias a la invención del ferrocarril y el advenimiento de los medios de información.

4.Es un arte porque cumple las tres condiciones fundamentales para poseer dicha categoría: Su fin es producir una emoción estética; como tal, está en perpetua evolución; y como todo arte, se ejecuta para un público.

5.Su existencia permite, además, la conservación de patrimonios culturales tales como espacios arquitectónicos (las plazas de toros), vestuarios y adornos del siglo 17, una gran variedad de ritmos y piezas musicales que inspira, términos que enriquecen la lengua castellana y un amplio inventario de obras plásticas de los más renombrados artistas, que han visto en la tauromaquia un espectáculo sensible y digno de ser representado.

6.Económicamente representa la generación de riqueza, el pago de impuestos y la inversión de capitales, muchos de los cuales se dirigen a obras solidarias de un gran impacto social. Además, ofrece empleo a centenares de personas que pueden acceder, gracias a la existencia de la fiesta, a un ingreso y a una oportunidad laboral digna.

7.Los adultos que son profesionales de esta actividad y los jóvenes que aspiran a serlo, encuentran en la tauromaquia un espacio de expresión y de realización artística y profesional. Siempre que respeten las leyes y el orden, los proyectos de realización personal son un derecho fundamental e inalienable. Todos ellos, sin excepción, son ciudadanos que se insertan pacífica y constructivamente en la sociedad.

8.Ecológicamente, contrario a lo que sus contradictores argumentan, la tauromaquia posibilita la conservación de una especie que fue extinguida en el resto del mundo. Un animal que acomete era un estorbo para la productividad económica, a menos de que se le castrara, lo que, de entrada, es la negación misma de este animal. Además de que se cría en exigentes condiciones fitosanitarias y alimenticias, es la especie de la que se tienen los más completos registros genéticos del mundo, superiores a los equinos. Gracias a la tauromaquia, se conserva una gran cantidad de encastes y ramas que constituyen un gran capital de biogenética animal.

9.Estudios de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, demuestran que el umbral de dolor del toro bravo es muy alto. Este animal libera durante la lidia grandes cantidades de betaendorfinas, con un alto efecto analgésico que bloquea en grandes proporciones el dolor. Además, el toro libera menos cantidad de cortisol durante la lidia, es decir, su nivel de estrés es más bajo que en otras circunstancias como el festejo de recortes, donde no se le somete a castigo algunos, o a actividades que parecerían rutinarias como el transporte en camiones u otro medio tecnológico.

10.La abolición de este tipo de manifestaciones tiene como consecuencia la homogenización y estandarización de prácticas culturales, cada vez más promovida por tendencias hegemónicas y de libre mercado.

11.La fiesta brava es un acto democrático. Lo rige un reglamento, genera diversas opiniones y permite la calificación colectiva. Como tal, reproduce en su dinámica los conceptos legislativos, ejecutivos y judiciales, soportes de las sociedades occidentales.

12. Las expresiones culturales no surgen por decreto, simplemente existen o no. Colombia es un país pluricultural y diverso. Su abolición no sólo atentaría contra esa diversidad, sino que es, a todas luces, un gesto antidemocrático, resultado de la imposición de conceptos del bien y del mal, que viola todos los derechos a la libertad de expresión y al libre desarrollo de la personalidad.

13. La democracia se soporta en el respeto a la diferencia y a la ley. La tauromaquia es una actividad reconocida por la constitución colombiana. Los gobernantes, las autoridades y los servidores públicos deberán promoverla y protegerla, al igual que al resto de manifestaciones que hacen parte del patrimonio cultural inmaterial de la Nación.


Por todo lo anterior, quienes gustamos de la tauromaquia, tenemos derecho a cultivar nuestros gustos y aficiones. La libertad se basa en el derecho a la diferencia. Así como debemos respetar la libertad y los derechos fundamentales de quienes no comparten nuestro gusto, tenemos derecho al mismo gesto de reciprocidad.

Los toros una fiesta popular

El origen de la fiesta de los toros en el Ecuador se remite a épocas coloniales, tiempos en que los conquistadores españoles trasladaron al nuevo mundo los juegos de toros y con ellos marcaron el futuro taurino de varios países iberoamericanos. La Conquista determinó una maravillosa fusión encarnada en el mestizaje y presente en la adopción de una nueva fe y nuevas costumbres que con el paso del tiempo se convirtieron en elementos muy propios del continente americano.
La nueva realidad étnico-cultural, resultado del encuentro de dos civilizaciones, estuvo marcada por las circunstancias dolorosas de la guerra de Conquista y el establecimiento de un importante avance en materia cultural, social y tecnológica. La fiesta de los toros no se mantuvo al margen de la asombrosa simbiosis.
El sincretismo que se produjo entre las fiestas religiosas católicas contenidas en el calendario español y las ancestrales celebraciones indígenas nacidas de la cosmovisión propia de los aborígenes, facilitó que pronto se asumiera a los toros y sus juegos como elementos consustanciales de la cultura popular, adornados por los extraordinarios matices otorgados por la sierra andina y el mestizaje plasmados de manera multicolor por elementos de origen claramente hispánico y otros de raíz indígena y precolombina.
Así las cosas, podemos concluir que la fiesta de los toros ha formado parte de la vasta riqueza cultural de la ciudad durante más de cuatro siglos.

Riqueza inmaterial
En el libro “La Fiesta Popular en el Ecuador” de Oswaldo Encalada Vásquez son permanentes las referencias al toro bravo como el eje de los espectáculos populares que se celebran en prácticamente todas las parroquias y cantones de las provincias de la Sierra ecuatoriana. El autor en la introducción de la obra conviene en la validez del sincretismo social, étnico y cultural, apuntando que “Uno de los primeros componentes más importantes de la cultura no material de los pueblos es aquel que tiene que ver con sus fiestas y celebraciones. En este campo como en muchos otros, nuestro país es extremadamente rico en sus manifestaciones. La convergencia de diversas etnias y hasta las razas ha creado un variado calidoscopio donde es posible apreciar desde los rituales netamente cristianos hasta las formas autóctonas andinas; desde la concepción occidental de la muerte, hasta las fiestas agrarias de los indígenas.
La convivencia de los diferentes elementos poblacionales ha logrado un mestizaje profundo y vital que forma el verdadero sustento de nuestra identidad”
En otros apartados del estudio se precisa el contenido de las fiestas, su extraordinaria puesta en escena y el exuberante contenido simbólico de las mismas, concluyendo que entre las más importantes manifestaciones populares e indígenas, las corridas de toros son un elemento básico de la riqueza inmaterial del Ecuador.