domingo, 31 de agosto de 2008

El arte de jugarse la vida/ Francis Wolff


Por Francis Wolff

Catedrático de Filosofía de la Universidad de Paría

ABC, 28-08-08


SE escucha de vez en cuando a escritores, universitarios y pensadores españoles evocar su infancia vagamente acunada de recuerdos taurinos y expresar su rechazo, a veces violento, de la fiesta de los toros. No comprenden cómo puede hoy (aún y siempre) emocionar, conmover, exaltar las muchedumbres, en las que seguro no ve nada más que una masa de reaccionarios incultos alentada por intelectuales esnobs. En esta revuelta antitaurina, a veces íntima, a veces sonoramente militante, se encuentran a menudo, en amalgama con la memoria de sus propias historias familiares, algunos tópicos datados en los sesenta (toros = turismo, exotismo de españolada, tremendismo del torero descamisado) o más antiguos aún (toros = España negra, vergonzante cara del pasado). Sí, ya sé: sé que para muchos españoles los toros despiertan espontáneamente ese mismo sentimiento confuso, un poco nostálgico, vagamente vergonzoso, de tener que vérselas con algo que sobrevive de manera inconveniente pero a punto de caducar definitivamente gracias a la ascensión social, la educación del pueblo, la evolución de las costumbres, el sano desarrollo de las sensibilidades, Europa, la democracia, etc. Sí, ya sé: sé que para muchos jóvenes españoles la palabra «tauromaquia» evoca carteles de otra época, un rito anticuado, una especie de juego arcaico o incluso un espectáculo cruel del que deben defenderse cuando, gracias a un programa Erasmus, se dan cuenta que, para el resto del mundo, se mantiene asociado al nombre de España, es decir, a una de las naciones más avanzadas de Europa de la que por lo demás uno puede sentirse orgulloso. A todos esos españoles, jóvenes o menos jóvenes, les quiero decir lo que sigue: los toros no son ya sólo la Fiesta Nacional de España. Con eso han perdido un poco y ganado mucho. Se han convertido en parte integrante de la cultura de la Europa meridional e incluso del patrimonio mundial.¿Se imaginan ustedes que hace apenas algunas semana (el 2 de junio exactamente), en un teatro del centro de París atestado, cientos de personas de las que la mayoría no habían puesto nunca sus pies en España, e ignoraban absolutamente todo de la «fama negra» de los toros, habían pagado cara su entrada por el único placer de homenajear la heroica carrera de un torero... colombiano (César Rincón)? Claro que para todos esos turistas que visitan España a toque de pito, entre la torre de Pisa y el Big Ben, y que creen que Francia es Pigalle, los toros son el «exotismo» español barato, y el torero es algo así como «Manolete-ElCordobés-del brazo de su bailaora con castañuelas», o (para los más cultivados ¡ay!) es la imagen odiosa y desgastada del maletilla hambriento que, para salir de su miserable condición, no tiene otro remedio que tentar al diablo y arrojarse entre sus cuernos. Ignoran evidentemente, como quizás muchos españoles, que uno de los más grandes toreros de la historia está vivo y toreando y en modo alguno debe su valor extraordinario a esa deprimente leyenda, o que uno de los mejores toreros de la primera década del siglo XXI es francés, o que fue prácticamente imposible conseguir entradas (siendo tan caras como las de la ópera) para las diez corridas que conformaron la reciente feria de Nîmes (95.980 espectadores).Un poco de pudor y muchos escrúpulos me impiden evocar mi infancia que está en las antípodas de las de los intelectuales españoles antitaurinos. Bastará decir que esa infancia en el cinturón de París, con mis padres judíos alemanes que escaparon por milagro de los campos de la muerte, en modo alguno me preparaba para recibir el choque que fue el descubrimiento accidental de los toros, a la edad de 18 años, al azar de una escapada estudiantil en la región de Provence. Para muchos españoles de mi generación, los toros son familiares, formaron parte de la vida cotidiana de su infancia, se los vivía con indiferencia, aceptación o rechazo de una «cultura» vagamente patrimonial que es como una segunda naturaleza de la que hay a veces que desprenderse para poder existir por sí mismo. Para mí la corrida de toros es una amiga que he elegido tan próxima como la música y sin la cual podría difícilmente vivir. Digo que la he elegido pero tengo más bien la impresión que ella me ha elegido a mí; el encuentro fue fortuito pero, como dice Flaubert de la primera cita amorosa: «Fue como una revelación». No, los toros ya no son sólo la Fiesta Nacional. Han perdido un poco de sus particularidades (algunas fiestas votivas, capeas salvajes, un público cautivo, un pueblo entero movilizado tras un torero muerto), han ganado mucho en universalidad -geográfica y sobre todo cultural-. Ahora, en el presente, los que torean y los que van a los toros lo han elegido, y si no saben del todo, ni unos ni otros, lo que van a buscar «allí» (¿sabemos bien lo que es el amor?), saben que hoy se va a la plaza en lugar de ir al estadio, al concierto o al teatro.Sin duda, la corrida de toros no es moderna, pero no porque no sea de nuestro tiempo, es -al contrario- porque nuestro tiempo no está ya en la «modernidad». La modernidad en el sentido estricto se acabó hacia el final de los años ochenta del siglo pasado, con el derrumbamiento de las ideologías, el fin del sueño en el progreso y el agotamiento de los discursos dogmáticos de las vanguardias artísticas (formalmente revolucionarias, políticamente redentoras). Lo que algunos han dado en llamar la «posmodernidad» o lo contemporáneo se opone punto por punto a la modernidad. Puede ser que la corrida de toros no sea ni haya sido nunca «moderna», pero es seguro que se acuerda perfectamente a lo «contemporáneo». Lo moderno está ligado al progreso, a la «velocidad», a la industrialización sistemática (comprendida la de la ganadería de carne); lo contemporáneo y la corrida están ligados a la biodiversidad, a la ganadería extensiva de bravo, a los equilibrios de los ecosistemas. La modernidad sólo veía la salvación a través de la comunidad y la sociedad, en el «todo es política», lo contemporáneo y la corrida renuevan con los valores del héroe solitario (pensemos en el culto contemporáneo hacia los éxitos singulares y aventureros de cualquier tipo), con una ética de las virtudes individuales, el valor, la lealtad, el don de sí mismo. La modernidad quería esconder la muerte (simple «no vida» igual que se dice invidencia en vez de ceguera), reducirla al silencio del frío vacío de las salas mortuorias o a la mecánica funcional de los mataderos; lo contemporáneo y la corrida de toros reconocen que la ceremonia de la muerte puede contribuir a dar sentido a la vida mostrándola conquistada a cada instante sobre la posibilidad misma de su negación. Era -se decía- el fin de los ritos en los que lo único que se veía eran prejuicios arbitrarios e irracionales, pero lo contemporáneo y la corrida de toros redescubren las virtudes de los ritos, no necesariamente vinculados a capillas y estampitas. Lo moderno declaraba el final de la figuración en pintura, del relato en literatura, del drama en el cine; lo contemporáneo inventa una nueva figuración, el cine de Almodóvar, genio de la posmodernidad, reinventa la linealidad del relato y las estructuras complejas del melodrama, como la corrida de toros que mezcla lo festivo y lo trágico, los colores chillones y la emoción más pura. El arte moderno glorificaba la vanguardia social y declaraba el final de la «representación», el posmoderno mezcla lo popular y lo erudito -como la corrida de toros, la más sabia de las artes populares- mezcla la transfiguración de lo real y su presentación en bruto (el happening, el body-art, el ready-made, la instalación, la intervención, el artista mismo) como la corrida de toros, alianza de representación clásica de la belleza y de presentación en bruto del cuerpo, de la herida, de la muerte, como el torero, artista contemporáneo, que hace de su gesto una obra estilizando su existencia. La posmodernidad, lejos de oponer el hombre al animal como en los tiempos modernos, presiente que no hay humanidad sin una parte de animalidad, sin un otro al que -a quien- medirse, como si el hombre -hoy más aún que ayer- sólo pudiera probar su humanidad a condición de saber vencer, en él y fuera de él, la animalidad en su forma más alta, más bella, más poderosa, por ejemplo la del toro salvaje: vencerla, es decir, repelerla o domarla, pero sobre todo oponer la fuerza de la astucia, la gratuidad del juego, la ligereza de la diversión, la gravedad de la entrega de sí mismo, la fuerza de la voluntad, el poder del arte, la conciencia de la muerte -en definitiva todo lo que hace la humanidad del hombre-.Quizá se podrá afirmar: ¿pero el espectáculo del sufrimiento animal, dada la evolución de las costumbres, no es ya tolerable, hoy menos que ayer? A esto hay que responder que no es una cuestión de historia (moderna o no) ni de geografía (España negra o no). Yo no he sufrido nunca, personalmente, con el espectáculo del pez atrapado en el anzuelo del inocente pescador de río -es una cuestión de sensibilidad-. Ésta permite a algunos ver al toro como víctima, la mía sólo ve en él un animal combatiente. Autoriza a algunos a pensar que el torero martiriza una bestia, yo veo en él un héroe contemporáneo que tiene la audacia de desafiar y enfrentarse a una fiera jugándose la vida -sin más, por la belleza del gesto, por pura libertad, para afirmar su propio desapego en relación con las vicisitudes de la existencia y su victoria sobre lo imprevisible-. ¡Es cierto que el toro no quiere combatir, pero no por porque sea contrario a su naturaleza el combatir sino porque es contrario a su naturaleza el querer! Esto es al menos lo que mi sensibilidad me dicta, comparable en eso a la de cientos de miles de otros hombres en todo el mundo, y no la creo menos movilizada ni sublevada que ninguna otra ante el sufrimiento de los hombres -o incluso de los animales- ni menos consciente de lo que hace falta de poder creador para volver a dar hoy un sentido, en arte, a esa palabra mancillada que es la belleza.

jueves, 21 de agosto de 2008

FERIA DEL AFICIONADO PRÁCTICO

FERIA DEL AFICIONADO PRÁCTICO 2008.

Este es el primero de una serie de eventos que anualmente realizará SOMOS ECUADOR, entidad que cuenta con la colaboración de miembros de diferentes asociaciones taurinas. Contamos con 24 inscritos en el certamen. Al haber recibido mas participantes de los que teníamos previsto, tuvimos que incluir un día adicional de Feria. De los tres días que teníamos previsto, ahora son cuatro. ¡Gran acogida!

La FERIA DEL AFICIONADO PRÁCTICO 2008 se realizará bajo las siguientes bases:

Fecha y Lugar:

Hasta cuatro festivales que se darán los días sábado 4, domingo 5, viernes 10 y sábado 11 de octubre del 2008, en el Tentadero TAMBO – MULALÓ (Cotopaxi – Ecuador).

Ganado:

Se sortearán entre los actuantes lotes parejos de ganaderías inscritas en las asociaciones. Los ejemplares se escogerán de entre las ganaderías de "San José del Quinto", "La Viña", “Ortuño”, “Puchalitola” y otras de similares características, con una edad de hasta 2 años y 2 meses y un peso mínimo de 210 Kg. y máximo de 240 Kg. El ganado será de la organización de criadores respectiva.

Costo Inscripción:

El costo es de USD 400.

En caso de llevar su propio novillo, usted no paga la inscripción, pero se encarga del transporte. Su novillo deberá estar dentro de las especificaciones que se establecen para el ganado.

Incluye:
- Participación en el festival.
- Cartel de Feria y carteles por día para cada aficionado participante.
- Invitaciones.

Bases del evento:
Habrá un jurado calificador para los festejos.

Los aficionados prácticos no deben haber hecho presentaciones de luces en los últimos 7 años y jamás presentación alguna de luces con picadores.

Todos los participantes lidiarán a muerte a sus novillos.

Logística del evento:

El Sorteo será máximo a las 10H00 en las instalaciones de la plaza. Los festivales darán inicio a las 12H00.

Los festivales contarán con 2 bregadores profesionales y picador, además de un puntillero.

El jurado declarará al o los triunfadores, al término del mismo en el ruedo de la plaza, quedando para una fecha posterior los premios al triunfador de feria, mejor estocada y mejor ejemplar, entre otros.

Con el fin de precautelar el buen desarrollo de los festivales de este evento, la presidencia de plaza, para enviar los avisos, aplicará un sistema mixto entre número de entradas a matar y tiempo, de la siguiente manera:

A los 10 minutos de haber tomado los trastos de matar se tocará el primer aviso. Si el aficionado realiza 3 entradas a matar, se tocará el primer aviso aunque no se haya cumplido ese tiempo. Por ejemplo: la faena de muleta ha tenido una duración de 6 minutos y el aficionado se dispone a entrar a matar. En tres entradas ha pinchado y ha consumido 2 minutos en ese quehacer, es decir estamos en el minuto 8, indefectiblemente se tocará el primer aviso aunque falten 2 minutos para cumplirse los 10 “reglamentarios”.

Luego empezará a correr el tiempo para el segundo aviso que será de 3 minutos ó 2 entradas a matar.

Finalmente, empezará a correr el tiempo para el tercer aviso que será de 2 minutos ó una entrada final.

Sin embargo, después de la tercera entrada y por lo tanto sonado el primer aviso, el aficionado podrá disponer, si cree conveniente, que el novillo regrese vivo a los corrales. Eso dependerá del sentido común de cada actuante y tendrá que ser siempre luego de haber entrado a matar 3 veces.

En caso de que la espada entre, el tiempo seguirá corriendo normalmente, de igual forma si se hace necesaria la utilización del descabello.

Comité de Coordinación:
Christian Franco
Juan Fernando Iturralde M.
José Morán
Esteban Ortiz
César Aulestia

Finalmente, posterior al evento, se hará una entrega de reconocimientos a los triunfadores, así como una exposición fotográfica y fílmica de los mejores momentos del evento.

Además, al ser una Feria de Aficionados taurinos, concluido el festejo se organizarán tertulias y presentación de videos con el fin de conversar sobre estos temas tan apasionantes.

Cualquier duda o información que requiera al respecto así como cualquier deseo de colaboración comunicarse vía mail a: feriadelaficionadopractico2008@gmail.com

martes, 19 de agosto de 2008

UNA AFICION QUE DIGNIFICA A LA GENTE/ Remigio Hurtado

Remigio Hurtado Astudillo
Cuenca, Agosto del 2008.

Estuve sentado en un parque cuando conocí a Alfonso con el cual llegamos a ser buenos amigos, no se por que razón comenzamos a hablar de toros lo cierto es que hablamos y mucho yo me sentía tan bien ya que él sabia de lidia más que yo, y que bonito es eso de estar con alguien del cual uno aprende.

Compartimos muchas cosas como también discutimos de otras, ambos entendíamos lo que es una corrida sabíamos el por que de las cosas, la picada, a veces con exageración, las banderillas, la muerte, los trofeos, en todo, siempre un poquito de desacuerdo pero en fin que conversación mas amena eso de comprendernos y de participar de una afición que al entenderla es la que mas dignifica a la gente.

Cuando comento ciertas cosas dijo algunas, que yo mas lo tome como consejos entre esas manifestó que cuando envista el astado me fije en los pitones y veré algo diferente y sentiré una alta emoción y tal ves hasta presientas lo que se viene, nunca me olvidare ese consejo, lo hice y creo que desde ese momento se ver mejor una corrida.

Cuando paso el tiempo me llamo y me dijo este trapo tiene mi sangre, con este me seque el día que en el campo me cogio un toro lo escondí igual que esta historia, creo que ese trapo salvo mi vida, coge, es lo único pero el mas grande recuerdo que tengo, al poco tiempo se fue al mas allá. Creo que quiso ser torero.

Siempre lo recuerdo, y pienso porque guardó ese secreto, me comparo a el, yo también tengo uno y me lo llevare…

A la memoria de mi amigo Alfonso que me dejo de legado el aprecio a la obstinación a que las cosas tienen que ser hechas como deben ser, y cuando veo una corrida ya cuajada, miro los pitones del toro y me acuerdo de él.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Buscarle tres pies al toro/ Antonio Caballero


Por Antonio Caballero

Revista 6toros6, No. 273 de 6 de mayo de 2008

Desde hace algunos años vengo oyendo repetir a menudo un aforismo inventado por algún antitaurino ingenioso, que por lo visto a muchos les parece el colmo irrefutble de la crítica:

-Si el toreo es arte, el canibalismo es gastronomía.

Pues sí. Las dos proposiones son ciertas, y ninguna de las dos es censurable. Otra cosa es que el ingenioso antinturino, que a lo mejor es también antigastrónomo, confunda los valores propios del arte con sus gustos personales. El toreo -para qué voy a entrar en ello ante los lectores de esta revista- es sencillamente el arte de bien torear. Y la gastronomía es sencillamente el arte de bien comer. Independientemente de cuál sea la naturaleza de las cosas que se comen, minerales, animales o vegetales: sal de roca, o almejas que se trgan vivas, o nueces secas y roídas, ya caídas del noga, como las consumen los vegetarianos más estrictas. O personas. El canibalismo, esa práctica cultural que consiste en darle a la carne humana tratamiento de producto alimenticio, pertenece por derecho propio al reino de la gastronomía. Puede gustar o no gustar, por supuesto. Yo, por ejemplo, no soy canibal. Pero tampoco me gust, pongamos el caso, el brócoli, y no por eso le niego al soufflé de brocoli al queso parmesano su condición de preparación gastronómica que para otros paladares puede resultar exquisita.

Ya digo: el ingenioso antitaurino autor del aforismo identifica el arte con sus gustos individuales, y la negación del arte con sus repugnancias íntimas, o inclusive con sus propias convicciones filosóficas o sus propios prejuicios culturles. Pero un arte no es una moral, no hay que juzgar el arte con criterios morales. Para los nazis, por ejemplo, todo el arte abstracto, impresionist, cubista o surrealista de la primera mitad del siglo XX era "arte degenerado". Para los curas doctrineros de la conquista de América el arte de los mayas o de los aztecas no era arte, sino manifestación demoníaca. Sin ir tan lejos, el ingenioso antitaurino me recuerda a lo que se llama en inglés un philistine, un filisteo: alguien estrecho de miras, inculto, indiferente al arte. Una de esas personas que, para decirlo con Machado "desprecian lo que ignoran", y que frente a una instalación de Beuys o un cuadro de Tapies comentan despectivos:

- ¿Esto? Esto lo hará mi hijo que tiene cuatro años con los ojos cerrados. Y les niegan la condicion de música a las composiciones electrónicas de Stockhausen, por complicadas, o las marchas militares por elementales. Y si menciono las marchas es porque el aforismo antitaurino que vengo citando me recuerda la célebre frase ingenios de Georges Clemenceau sobre los militares:

-La justicia militar es la justicia lo que la música militar es a la música.

A lo mejor Clemenceau sabía mucho de música; pero, siendo como era un político profesional, no creo que entendiera mucho de justicia.

De manera que nada de comparaciones, por ingeniosas que resulten. A quien no le gustna los toros es porque no le gustan. Está en todo su derecho. Pero ue no le busque tres pies al gato. Que no se ponga a buscarles a sus disgustos o repugnancias personales y viscerales motivos éticos o estéticos, porque on vienen a cuento.

¿Y entonces nosotros qué, a quienes sí nos gustan? Pues exactamente igual. Nos gustan porque sí: porque nos gustan. Las consideraciones éticas, estéticas, etcétera, no son nin justificación ni disculpa: vienen por añadidura.
*La foto es de Manón: http://manonfotoblog.blogspot.com