lunes, 26 de mayo de 2008

El arte y la técnica en el toreo/ Enrique Ponce


Discurso pronunciado por el maestro Enrique Ponce en la Academia de Córdoba.



Buenas noches Excmas. Autoridades, Excmas. Señoras Académicas y Excmos. Señores Académicos, amigos todos.

Ante todo quiero que mis primeras palabras sean para expresar la emoción que siento al estar hoy aquí y lo que para mí significa este acto. En primer lugar quiero expresar mi agradecimiento a los Excmos. Sres. académicos que con sus votos han hecho posible que esta noche me encuentre ante ustedes para tomar posesión como académico correspondiente de la real academia de córdoba, de ciencias, bellas letras y nobles artes. es para mí un honor este nombramiento por muchas razones, una de ellas por ser el primer torero de la historia al que se le nombra académico de una real academia y, como consecuencia, porque con ello se reivindican oficialmente los valores culturales y artísticos que entraña el toreo, nuestra fiesta nacional.

No es de extrañar pues que grandes genios literarios y artistas de todos los ámbitos se hayan inspirado y se sigan inspirando constantemente en el toreo para realizar grandes obras de arte.

Piensen lo que sucedería si en Inglaterra existiera una fiesta popular que hubiera hecho a Hemingway dedicarle varios de sus libros. Piensen que en Portugal existiera una ceremonia tradicional que hubiera merecido una serie de litografías de Picasso o Goya. Piensen que en Alemania existiera una costumbre de sus pueblos que poseyera tal fuerza que Bizet le hubiera dedicado una ópera universalmente conocida. Esa hipótesis existe y se convierte en realidad en el legado de la cultura española y tiene un nombre que no necesita traducción: fiesta nacional, tan presente en todas las bellas artes.

Y es que si nos parásemos a pensar, en una tarde de toros se conjugan todas estas artes: la música, que suena de fondo ante una gran faena; la escultura, que se materializa en cada uno de los lances o suertes del toreo, en embroque de onírica torería, con la diferencia de que esa escultura irrepetible cobra vida y emociona más que ninguna otra y permanece en nuestra retina durante toda la vida sin que nunca jamás se pueda volver a ver. Sobre el bronce nadie como mi paisano mariano Benlliure atrapó la bravura de un toro en su agonía cuando quiso homenajear a su gran amigo, el torero cordobés, Rafael González "Machaquito", por haber elevado a la categoría de arte una estocada a un toro de miura en Madrid en el año 1907. Sólo Benlliure podría captar la angustia de un pueblo ante su torero caído en la arena, angustia que se refleja en el mausoleo de "gallito"; en la pintura, porque como dice mi amigo el maestro botero "una corrida de toros se pinta sola" ya que tenemos todo el colorido y la luz del mejor de los cuadros, quedando esto de manifiesto en las tauromaquias de botero, Picasso, Goya, Roberto domingo o del actual y también afamado Miguel Barceló; está presente el toreo en la poesía, porque algo de extraordinario tiene que ocurrir en el ruedo a las 5 en punto de la tarde, la hora mágica del toreo, para que un genio como Federico García Lorca se inspirara para dar fruto a uno de los mas grandes poemas de la literatura universal, “el llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”, y para que en la obra de Rafael Alberti figuren numerosos poemas taurinos, y sintiera la íntima necesidad de vestirse de luces y hacer el paseíllo en la cuadrilla de Sánchez mejías en la plaza de Pontevedra en 1927; en la ópera, Bizet convierte en héroe de una historia universal de amor y de celos a un torero en "carmen"; en el teatro, también el toreo asume una gran parte de su escenificación porque de alguna manera el matador se convierte en actor, con la diferencia de que en el escenario del ruedo se muere de verdad. en España tenemos un gran dramaturgo comprometido como ningún otro con nuestra fiesta, que plasma con gran sentimiento y verdad en su obra "controversia entre el toro y el torero", él es el gran maestro Albert Boadella; en la danza, que tantas veces ha sido comparada con el toreo por los ademanes que se asemejan a los de un gran bailarín; y en la literatura en general, a la que dedicaron parte de su obra Bergamín, José María Pemán, Pablo Neruda, Rafael Duyos, Blasco Ibáñez, que con su novela "sangre y arena" dió pie a que la meca del cine americano se interesara por la fiesta de los toros desde otro ángulo, y muchos más escritores que dejaron constancia de su creatividad y arte abordando temas sobre tauromaquia.

Numerosas frases reflejan la admiración por el arte del toreo a lo largo de la historia. Federico García Lorca dijo sobre la fiesta de los toros: “el toreo es probablemente la riqueza poética y vital de España. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo”. manuel machado dijo en cierta ocasión que “antes que poeta, hubiera preferido ser un buen banderillero”, ortega y gasset confesaba que hubiera cambiado su fama por la gloria que solo es dable a los matadores de toros. en cierta ocasión cuando a gerargo diego le preguntaron que como era posible que en santander hubiera presenciado una corrida por la mañana, otra por la tarde y una tercera por la noche, se limitó a decir: “todos los días deberían ser así”. pablo ruiz picasso confesó que lo que más echaba de menos en su exilio francés eran las corridas de toros.
Si grandes personalidades honraron a la fiesta con sus reflexiones y comentarios, la fiesta devolvió a la sociedad también un modo de expresión propio, calándose hasta la médula social la terminología taurina en conversaciones cotidianas: me aprieto los machos y continúo con mi exposición.

Queda así de manifiesto que nuestra fiesta nacional forma parte de las más grandes expresiones artísticas del mundo. y es que el toreo ha evolucionado en este sentido de una manera extraordinaria. todo arte es, de por sí, evolutivo. en el toreo el arte evolucionó a la vez que el toro. sería impensable que en el siglo xix se pudiera torear un toro con la limpieza, la profundidad y la perfección del toreo actual. atrás quedan esas luchas de toros en las que aguerridos y valientes nobles incluso reyes, alanceaban y posteriormente rejoneaban toros fieros allá por los siglos xvi y xvii, como el mismísimo césar borgia, hijo del más poderoso papa del renacimiento, el valenciano de xátiva alejandro borgia, conocido en su pontificado como alejandro vi y también como el papa más aficionado a los toros, sobre todo cuando su hijo césar, comandante jefe de las tropas vaticanas, celebraba sus éxitos alanceando toros en la ciudad de roma, para poco a poco las corridas de toros convertirse en una de las artes que más sensibilidad atesora.

Ahora bien, todo arte requiere de una excelente técnica para poder realizarlo de manera excepcional. posiblemente en el toreo sin una técnica depurada difícilmente el torero podría expresar lo que su alma y su corazón le dicta. Es por ello por lo que no existe ninguna figura del toreo que carezca de una buena técnica. en cualquier actividad artística y muy especialmente en el toreo si no se domina la técnica, el cuerpo se queda a merced del toro. entre otras cosas sería imposible poder cuajar un número importante de toros porque cada toro es diferente y cada uno te pide una lidia distinta que, aunque pueda parecer igual, nunca lo sería: se pueden asemejar pero no existen dos toros iguales. por lo tanto, nunca se puede aplicar la misma lidia y técnica en cada faena.

Hay veces en que como profesional me pregunto si la técnica en el toreo se aprende, indudablemente diríamos que sí, la técnica se aprende pero con el arte se nace. yo hay veces que dudo de si la técnica también de alguna manera nace dentro del torero, porque hay que pensar tan rápido delante del toro que a veces, en lo personal, parece que alguien interiormente me dice qué tengo que hacer sin ni siquiera pensarlo. toques que brotan de mis muñecas al instante, en décimas de segundo y que voy aplicando sin que me dé tiempo a pensarlo. Perder o ganar un paso según el toro te pida, porque es el toro el que marca la pauta, el que de alguna manera te dice ponte aquí o allí, someteme por abajo o ayúdame con suavidad a media altura. nunca he visto que un toro que no quiere humillar, a base de bajarle la mano termine humillando, por el contrario terminaría viéndote por arriba que es su condición y no le pegarías ni un pase. Ahora bien, si a ese toro que no humilla lo consientes a media altura, que es por donde el quiere embestir, y lo encelas en la muleta puede que en algún momento le hagas humillar. Quiero decir con esto que al toro no hay que enfadarle sino todo lo contrario convencerle de que sin hacerle daño y sin que se dé cuenta puedes ir llevándolo a tu terreno. He visto muchos toros que hasta les ha cambiado la expresión de su mirada cuando lo tienes dominado. tampoco quiero decir con esto que no haya toros a los que tienes que castigar con "muleta de látigo", obligando por abajo y pudiéndole, dejándole patente quien manda allí, pero siempre hay que ir y torear a favor del toro, nunca en contra. Por lo tanto, para mí torear no es llevar al toro por donde no quiere ir sino por donde tú quieres que vaya, eso sí, siempre con su permiso.

Por todo ello, la inspiración en una faena es fundamental. no se puede traer una faena preconcebida desde el hotel, no la puedes pensar y luego aplicar. Una de las cosas que nos diferencia a los toreros de otros artistas es que esa inspiración que dota a todo artista la debes tener quieras o no precisamente a la hora de la corrida, a solas en el ruedo, ése es el momento y no puede ser otro. si no tienes la técnica apropiada para ir desbrozando el mármol, difícilmente llegará tu obra a la categoría de arte.

La colocación en el toreo es también importantísima. ¿Dónde hay que ponerse? ¿Cuál es el sitio y el terreno que hay que pisar? últimamente se oyen muchos disparates al respecto. "es que hay que ponerse en el sitio donde cogen los toros", dicen algunos. Es una frase que está hoy en día de moda para calificar el grado de valor de un torero. Pero esta afirmación es tan absurda como muestra de ignorancia. El valor en el gran torero nada tiene que ver con la inconsciencia sino que en todo instante se halla bien fundado en la inteligente percepción de lo que el toro está queriendo hacer. Lo que hace falta es comprender la embestida del toro en todo momento conforme va efectuándose. y esto implica una compenetración espontánea y valdría decir que instintiva, entre el hombre y el animal. los toreros a veces, a veces, no siempre, sufrimos cogidas no por el sitio que pisamos, ya que sólo existe un sitio para torear, no hay otro, sino por el error de no estar donde debemos estar en cada momento para torear sin que nos arrolle o nos coja. Es el toque a tiempo, preciso, todo medido, lo que hace que un torero sea grande, siempre por encima del toro. la inteligencia contra la fuerza bruta. Eso es lo que se llama "comprensión del toro", el gran don que el torero de gran fondo encuentra dentro de sí, sin saber cómo, apenas comienza a torear. Es evidente que sólo ese don hace posible, de un lado, la intuición de los terrenos, y de otro, el valor del torero. Todo lo demás es un error por el que en esta profesión se paga muy caro.

Otra de las preguntas que sobrevuelan en el aire es: ¿se expone más estando cruzado con el toro o al hilo del pitón (lo que en el argot taurino se conoce como "fuera de cacho")? esto para que se entienda a la perfección hay que dar una clase práctica. Es decir, habría que ponerse delante aunque fuera de una becerra para poder experimentarlo y a la vez entenderlo. Yo particularmente pienso que donde más expones es cuando dejas la muleta puesta para ligar, luego... ahí no estás cruzado. Sólo de uno en uno puedes estar cruzado con el toro y así es imposible ligar los muletazos. De hecho, cuando tú le dás un consejo a alguien que se pone delante de una becerra la palabra mágica para que ésta embista más fácilmente es "crúzate". Será entonces que así es más fácil que la becerra pase? partiendo de la base de que en el toreo todo es exposición, yo creo sinceramente que se le exige más al toro incluso se expone más estando al hilo, es decir en la rectitud del pitón por el que vas a citar, pero ojo, con la muleta por delante, que estar cruzado con él. Por lo tanto cruzarse con un toro no es un axioma, sino un recurso ante el toro que por sus características lo demande, o dicho de otra manera, cruzarse con un toro es un medio nunca un fin.

Habría muchos más matices que explicar sobre la técnica del toreo. lo que es obvio es que la técnica es imprescindible para el dominio de la expresión artística del toreo. Cuando la técnica es depurada, cuando ésta está perfectamente asimilada, interiorizada por parte del torero, éste responde automáticamente a los planteamientos del toro y posibilita que el arte fluya con mayor naturalidad, sin estridencias, como si brotara por los poros de la piel olvidándote del cuerpo.

El toreo es sentimiento, del torero y del aficionado. una emoción, en el caso del torero, inefable por la dimensión del propio sentimiento. el miedo se convierte en gozo ante una gran faena porque el toreo es el arte entre las artes.
Tenemos la gran suerte de tener una fiesta nacional que es única porque en ella se conjugan todas las otras expresiones artísticas y es nuestra, muy nuestra. Una fiesta que no necesita defensa alguna puesto que el arte jamás lo ha necesitado. Es tan grande la fiesta de los toros que se defiende sola. Sólo hay que amarla y emocionarse con ella.

Toda mi vida he querido ser torero, siempre fuí torero, nací torero. Ser torero es una forma de vivir, de sentir, de ser, de respeto a los toreros y a quien todo te ha dado y todo te puede quitar que es el toro. El toreo es grandioso, mágico, tanto que es el único espectáculo artístico en el que no hay nada preparado, lo que ocurre en ese momento es todo de verdad, se desarrolla con una gran incertidumbre y en soledad en donde se funden arte y tragedia, toro y torero permaneciendo para siempre como acto único e irrepetible en la memoria de nuestras retinas y en la emoción de nuestros corazones.

Muchísimas gracias por la atención prestada.

miércoles, 14 de mayo de 2008

La corrida y nuestros deberes hacia los animales/ Fracins Wolff



Revista 6 TOROS 6 de marzo de 2008

Por Francis Wolff "

Vale. Vale que a uno no le guste la corrida, vale que prefiera la vida de un cerdo a la de un toro bravo, y la muerte de un ternero en el silencio del matadero a la de un toro en la luz de un último combate. Vale, es la decisión y el derecho de cada cual. Pero que se atrevan a calificar de “tortura” el peligroso enfrentamiento en el ruedo es un insulto a todos los torturados del planeta.

También es un flaco favor a los defensores de la condición animal que luchan contra ciertas formas de experimentación llevadas a cabo sobre bestias impotentes. Y es, finalmente, una piedra en el zapato de los ecologistas: porque pronto habría que, si se atendiera a los prohibicionistas, contar al toro bravo dentro de las especies en peligro de extinción y sustituir las inmensas dehesas donde son criados, salvajes e indómitos, por instalaciones de ganadería industrial. Si la corrida fuera algún día prohibida donde hoy está autorizada, sería ceder a un peligroso empobrecimiento del razonamiento moral: por reducción de todas las especies animales al “Animal” reducción de la animalidad a su disneylandialización, reducción de la “naturaleza” al reino de la armonía entre los pueblos y la tranquilidad burguesa, reducción de los sentimientos morales a la compasión, reducción del valor de la vida para el vivo a la ausencia de dolor, asimilación del dolor del animal –esencial para su supervivencia- al sufrimiento humano y al mal absoluto en la naturaleza.

Y sin embargo, si, claro que si que tenemos deberes para con las especies animales, y en primer lugar el de no confundirlas bajo el tapa-vergüenzas nombre de animal, que lo único que consigue es mantener la confusión: ¿quién querría tratar a su perro como a una víbora?, ¿quién querría reservar a los delfines el mismo destino que se intenta dar a los grillos peregrinos que asolan las cosechas africanas? ¿quién querría que tratemos a los toros bravos como a los pacíficos rumiantes que pueblan nuestros prados? Pero además tenemos otros deberes para con los animales, y la corrida, en lugar de transgredirlos, es en ella misma su demostración por excelencia. El primero es respetarlos como “el otro” del hombre pero no como su igual. La corrida muestra al toro como un ser al que se honra combatiéndolo y no como un ser al que se envilece abatiéndolo; pero al mismo tiempo no trata al toro como igual al hombre y es por ello que el hombre debe triunfar. Otro deber que tenemos para con los animales es el de respetar su propia naturaleza: considerar al gato como un animal afectuoso, al perro como un compañero fiel, y al toro bravo como un ser …bravo, es decir como un ser que debe vivir libremente y morir combatiendo porque es naturalmente agresivo e indomable.

La ética a la que responde la muerte del toro bravo se resume en la fórmula: “más vale morir luchando que vivir de rodillas”. Es la fórmula de la bravura –la del toro en definitiva, incluso si es también de una cierta manera la que el torero tiene que hacer suya para tener el derecho de enfrentarse al toro. El tercer deber es el de respetar las relaciones afectivas y contractuales que el hombre tiene hacia las diferentes especies. Cuando no hay relaciones (en el caso de las especies “salvajes”) tenemos entonces un deber de protección de las especies en peligro, en el respeto del equilibrio ecológico. Cuando hay (en el caso de las especies “domésticas”) debemos respetar de manera leal esas relaciones, por ejemplo en el caso del perro respetar “al mejor amigo del hombre” o en el caso de la oveja la relación de intercambio, pastos contra lana, o comida hoy contra comida mañana. La especie toro de lidia no es ni doméstica ni salvaje, pero la criamos en una especie de “hostilidad familiar”. Ni amigo puesto que le combatimos ni enemigo ya que el hombre se mide con él: es el adversario. Esta ambigüedad de la personalidad del toro bravo hacia el hombre revela el doble sentido de la ética de la corrida: por un lado lucha trágica con el antagonista, por el otro lúdico duelo con el contrincante.

Porque, en definitiva, los autoproclamados defensores de los animales se compadecen de lo sufrimientos de algunos, pero ¿aman realmente lo que los animales son, lo que hacen, lo que encarnan? El que ama a los perros sabe que no les gusta la libertad individual, en el sentido humano del término, sino que prefieren la obediencia a un dueño. El que ama a los toros de lidia sabe que no les gusta nada que se les mime como animales de compañía; sabe también que para ellos el dolor que es anestesiado por la lidia y transformado en combatividad: el soldado –o ¡el torero!- olvida sus heridas en el fragor de la batalla, son absorbidas por la acción y transformadas en actos.

Y como quiera que, defensores o adversarios de la corrida, tenemos que extraer nuestra argumentación en nuestra identificación con el toro, hagamos juntos la siguiente pregunta: ¿Qué preferimos? ¿Una vida encadenada de buey de labor que termina de manera pasiva en el matadero o una vida libre de toro que se prolonga en veinte minutos de valiente combate? Quizás pueda usted estar dudando… Pero si es así, si hay una sombra de duda no arroje el oprobio sobre los que prefieren la vida, el combate y la muerte del toro bravo, los que piensan que el toro tiene una de las suertes más envidiables de todas las especies animales de las que el hombre se ha apropiado para servir sus fines y que pueblan su imaginación. ¡No maten la corrida ni los toros de lidia, y respeten a los que los amamos!"

Francis Wolff, profesor de filosofía en la ENS de la Universidad de la Sorbona en París

NOTA: este texto, ahora versionado y traducido, apareció el verano pasado en el periódico francés Libération, en plena campaña antitaurina y esboza la ponencia presentada por este miembro del grupo de Notables de la Plataforma en el II Congreso Toros en el siglo XXI celebrado en el Palacio de Vistalegre en Madrid.

viernes, 9 de mayo de 2008

El fracaso, la soledad y mi razón de ser/ Nochetriste


Por Nochetriste


Las masas generalmente esconden a las personas, esconden las sensaciones, esconden los sufrimientos.

Para quienes venimos de pequeños países en los que las ciudades, por grandes que se conviertan, aún guardan un sabor pueblerino; viajar a grandes metrópolis en las que las personas son mucho más parecidas a animales que siguen las órdenes de sus pastores o números que responden a la perfección a las leyes matemáticas delineadas por los cabildos del lugar, las sensaciones de invisibilidad nublan nuestro tiempo.

Caminar entre cientos de miles de personas que pierden la mirada en los tres metros que les queda de perspectiva, sin tomarse la molestia de buscar ojos que los reconozcan, nos suena inverosímil. Tomar el metro, e impedir que te miren, lograrlo, y seguir con tu vida, parece un ejercicio de inviolabilidad de espacio que nos confunde.

Acaso por eso nos es más sencillo entender cuando un torero -uno entre miles- vive en soledad las sensaciones del fracaso.

Nosotros tomamos un avión y tratamos de burlar las leyes para mantener nuestras familias (de vuelta en el continente americano), no tomamos precauciones en el viaje, llevamos lo puesto y debemos esbozar sonrisas en el camino para no ser descubiertos como inmigrantes ilegales que buscan quitarle un puesto de trabajo a un español. Las lágrimas, las que llevamos dentro durante buena parte de la estadía, se quedan en casa con los que no se van, con los que reciben por noticias dinero y por novedades el abandono.Los toreros sueñan todos los días en los triunfos que conviertan cada tarde en un escalón, por eso cada día fallido, cada animal que no embiste, cada suerte que les juega mal la partida, es una hora menos de vida. Mientras tanto, los públicos vienen a ese día y nada más, ese es el día que quieren ver triunfo o sangre, todo lo demás sobra, todo lo demás manda de vuelta a casa al aficionado, al asistente, decepcionado.

En nuestra tierra, en las corridas populares no es distinto, el triunfo se cuenta en muertos, no muy distinto a Pamplona en que los encierros se miden en guiris heridos, fallecidos, torpes que creen venir a jugar y terminan por jugarse la vida.Los toreros no juegan, ellos saben a lo que van. Los que la tienen claro sufren mucho más en las tardes tibias, en las corridas tenues. Los que llegan a la cima son los que del gris hacen arcoiris, pero aún ellos viven los dolores de ser anulados por muchedumbres que cada día esperan más. Basta ver a los más curtidos y venerados en el mundo taurino llegar al patio de caballos de Madrid. Escuchar los pifidos de entrada cuando tocan la arena. Invisibilizar todo lo que hacen y cuando cuajan un toro y por ahí el público se equivoca, solo imaginamos la cabeza de los mismos toreros pensando en la próxima vez que vengan y no tengan suerte. Ellos suben las espectativas cada día, si el siguiente no mejoran, si solo lo empatan ya han perdido.

Los americanos debemos sostener el sufrimiento, como migrantes dejamos nuestro placer, nuestra posibilidad de disfrutar la vida para construirles desde fuera a nuestros hijos, el futuro que nuestro país nos impide brindarles. Cuando fracasamos, cuando nos echan del trabajo, no tenemos a quien contárselo, no podemos imaginar la tranquilidad, vagamos por las calles buscando ojos comprensivos que nunca llegan. Nos perdemos entre los muchos buscando un consuelo, que como en Las Ventas, no existe. O triunfamo, o el fracaso nos lo recuerda a bofetadas.

Siempre he imaginado muy cercanas las noches, después de los fracasos, de los migrantes y los toreros. Ninguno ve a nadie. El torero porque no quiere a los aduladores contándole cuentos de tardes que no existieron; el migrante porque no tiene a nadie, porque lo que place es un buena borrachera a solas. Cuando este mundo se acabe, -me refiero al de las desigualdades y los sufrimientos; al que aún nos acoge a los aficionados a los toros y al mundo de los toros en sí mismo, en su real integridad- seguramente primará la inteligencia emocional, los canales para conocer el éxito, las cuentas corrientes que se llenan sin sacrificio.

Cuando este mundo se acabe- me refiero al de las desigualdades y los sufrimientos; al que aún nos acoge a los aficionados a los toros y al mundo de los toros en sí mismo, en su real integridad- yo me habré ido con él, porque solo del sufrimiento nacen los heroísmos y solo del fracaso de un buen torero que no encontró en una docena de naturales tranquilidad vive el arte del que yo mismo me alimento para que mi vida tenga sentido e ilusión en cada despertar.

lunes, 5 de mayo de 2008

El toro bravo, entre ecología y disfrute/ Antonio Lorca


ANTONIO LORCA – EL PAÍS, Sevilla - 09/12/2007

El toro bravo es un defensor del medioambiente; un valor ecológico de primera magnitud, y un elemento fundamental para el mantenimiento y pervivencia de la dehesa, un ecosistema único y exclusivo de la Península Ibérica. Éste es el argumento fundamental de los expertos consultados por este periódico cuando se les pregunta por la relación entre el toro de lidia y su entorno natural. José Luis García-Palacio, ganadero y presidente de Asaja Huelva, llega a afirmar que "si desapareciera el toro, se perderían las más de 500.000 hectáreas de dehesa, por lo general las de mayor calidad, que ocupan las 1.100 ganaderías españolas".

La cabaña brava consta de 135.000 vacas en edad de reproducir -más de 35.000 en Andalucía- integradas en cuatro asociaciones ganaderas: la Unión de Criadores de Toros de Lidia (UCTL), que agrupa a las casi 300 ganaderías más prestigiosas, de las que 130 son andaluzas; la Asociación de Ganaderías de Lidia, que reúne a 420, de las que 88 residen en el sur, y el resto se las reparten la Agrupación Española de Ganaderos de Reses Bravas y Ganaderos de Lidia Unidos. Entre todas ellas ocupan el 17% de los más de tres millones de hectáreas de dehesa que existen en el país.

Y lo más curioso es que esta "actividad empresarial" se realiza, por lo general, por afición y disfrute y no por un legítimo beneficio económico. Así lo afirma Pablo Campos, economista ambiental y profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, quien señala que "un propietario medio de dehesa que cría ganado de lidia tiende a perder dinero, pero ésa es la situación que está dispuesto a pagar por el autoconsumo de su renta ambiental". "Se costea su disfrute ambiental", añade, "e invierte en un lujo no para vivir, sino para gozar". Es lo único, en su opinión, que explica la continuidad de la dehesa, "porque su renta de capital es el disfrute de su propietario".

Lo que parece claro, en primer lugar, es que el toro cumple un papel relevante en su entorno medioambiental. Isabel Carpio, secretaria general de la UCTL, señala que "la ganadería brava hace un aprovechamiento racional de los recursos, mantiene el ecosistema, contribuye al equilibrio del medio en que vive y, sobre todo, protege la dehesa porque limita el acceso del animal más depredador que existe: el ser humano". El famoso ganadero Victorino Martín hijo asegura, por su parte, que "el toro es un gran defensor del medioambiente porque ha convertido la dehesa en un espacio casi virgen". Y Eduardo Martín Peñato, presidente de la Asociación de Ganaderías de Lidia, afirma que "las dehesas existen gracias a la rusticidad del ganado bravo -fácil adaptación, aprovechamiento de alimentos marginales y capacidad para sobrevivir con las mínimas condiciones ambiéntales-, lo que las mantiene limpias y permite la compañía de otros animales".El economista Pablo Campos sostiene que la cría del toro es muy favorable a la conservación del ecosistema de la dehesa, y, aunque asegura que no es aficionado, considera que debe prevalecer la fiesta de los toros para que no desaparezca el animal, lo que no se puede asegurar si su pervivencia dependiera en exclusiva del poder público.

Y José Luis García-Palacio, que lleva años estudiando las condiciones de la dehesa, concluye que "la mejor herramienta de conservación de la dehesa es el ganado vacuno, y, en especial, el bravo, porque es el que mejor aprovecha sus condiciones durante todo el año, y no el cerdo ibérico, como se pudiera pensar, que se limita a comer bellota durante los meses de la montanera". Insiste el ganadero en que los propietarios de ganado bravo aportan un bien a la sociedad "porque mantienen dehesas que son sumideros de CO2 y producen oxígeno, fijan la población de los medios rurales e invierten en un negocio de escasa rentabilidad porque el toro exige unas dehesas limpias; si las abandonamos, desaparecerán en 25 años".

La secretaria general de la UCTL añade que "la dehesa es el ecosistema por excelencia", y que su protección debe ir unida a la del toro bravo. De hecho, la dehesa como joya medioambiental es el lema de la Feria Mundial del Toro, que se celebrará en Sevilla el próximo año. Pero Isabel Carpio se lamenta de que el Ministerio de Medio Ambiente no haya captado este mensaje, "aunque, antes o después, deberá reconocer que el toro es una raza especial, un abanico de biodiversidad que ningún otro animal puede aportar, y que está estrechamente ligado al mantenimiento del medio ambiente". Victorino Martín apostilla que "el patrimonio genético del toro es de un valor incalculable, que, además, se ha mantenido a lo largo de los siglos porque es el único animal que se ha seleccionado en la búsqueda de un determinado comportamiento".

Por último, García-Palacio llama la atención sobre la situación de la dehesa, "la forma de explotación más inteligente que el ser humano ha desarrollado en la naturaleza", que ocupa una parte del cuadrante suroccidental de la península, desde Salamanca, Ciudad Real y Toledo hacia el sur de Andalucía y el Alentejo portugués. A su juicio, sufre, por un lado, un vacío legal, puesto que la aprobación de la Ley de la Dehesa de Andalucía ha sido aplazada hasta la próxima legislatura, y la desaparición progresiva, por otro, de encinas y alcornoques a causa de un hongo que pudre las raíces de estos árboles.

Para afrontar ambos problemas se ha creado el Foro Encinar, que preside él mismo, e integra a universidades, organizaciones empresariales, patronatos de turismo y ganaderos, hasta un total de 50 instituciones públicas y privadas de España y Portugal. "Si no cuidamos la dehesa", afirma, "no habrá cerdo ibérico dentro de 50 años, habrá que criar los toros en establos y el impacto ambiental, económico y social será brutal". "La dehesa", concluye, "es el pilar fundamental del sector primario, y está íntimamente unida a la agricultura, a la ganadería ovina, vacuna y porcina, y a productos turísticos y gastronómicos; al mismo tiempo, es una excelente reserva de vida silvestre, tanto de flora como de fauna, desde el jabalí, al lince ibérico, el buitre negro y el toro bravo. Merece la pena que la cuidemos...".