martes, 27 de diciembre de 2011

Articulo enviado por José Javier Villamarin

Desempolvando los avíos de diciembre.

“¡A LOS TOROS!...

Roziya, vente á los toros; / Roziya, vente á gosar, / porque con toros la tarde / conviándonoz está. / Azoma aquí eze palmito / é cara tan selestial, / y arrepara en que tu chayro / hoy te viene á conviär. / Vamo, Roza, po la Vigen / ajeura eza puerta zal, / y en laz ancas e mi bayo / erramado luz irás /.” (1)

En 1995, anexo al Diario HOY, seguro, cerca de las fiestas decembrinas, apareció una serie de suplementos, 27 en total, llamada La Lidia, muy similar, supongo, a aquella impresión didáctica que sobre el arte taurino acababa de publicar, un 21 de abril de 1907, la imprenta del Diario EL COMERCIO (2). En estas láminas, Diario HOY, ofreció la biografía de los grandes maestros de la tauromaquia; apostillas sobre las plazas más importantes del mundo; notas sobre la crianza, selección, hechuras, cornamentas y trapío del toro; asientos sobre el arte de torear: la técnica y el canon, además de las suertes básicas, el repertorio de lances de capa y muleta, la suerte suprema y todo lo relacionado al toreo fundamental en sus variantes clásica y moderna (3).

Desempolvando los avíos de diciembre, me he preguntado qué es y quién es el torero. A la primera pregunta Carlos Abella, distinguido historiador taurino al que he citado en otra ocasión, responde diciendo que el torero es el último héroe romántico de una civilización (4). A la segunda, a porta gayola, si me permiten, quisiera responderla, no sin antes, ofrecer un perfil, si bien, estrecho, del entorno y de la estampa de Manuel Rodríguez, Manolete; de su significación taurina, social y política, pieza clave para entender la evolución del toreo español y mexicano de la posguerra española y, para responder al desafío planteado. Su muerte, la noche del 28 de agosto de 1947, inspiró sinceras elegías y poemas épicos de los grandes escritores de la época; su vida estuvo marcada por la luz y la sombra que envuelve a todo gran protagonista. Y siempre se supo, que detrás del cegador centelleo del triunfo había todo un hombre y un gran señor.

La Guerra Civil española (5).

Durante tres largos años, España se había enfrentado a sus demonios familiares, y aunque los libros proclamen vencedores y vencidos, como en todo conflicto, lo cierto es que todo el país quedó derrotado tras la disputa.

El dramático momento ibérico, estuvo marcado por la desgracia, y el mundo taurino no fue la excepción. De hecho, en los primeros meses de guerra, en la zona nacional, fue asesinado, en Víznar, en las afuera de Granada, Federico García Lorca tan vinculado al mundo de los toros y con él, dos modestos banderilleros, y casi el mismo día, en la otra zona, la republicana, murió asesinado el ganadero Juan Manuel de la Puente.

El enfrentamiento entre las dos España tuvo también su ingrediente irónico. En Hellín, por ejemplo, se lidió una corrida de José María López Cobo que se anunció como Ganadería del Frente Popular, señalando, eso sí, antes Coquilla. Dato curioso es que en homenaje a los soldados de uno y otro bando, proliferaran los festejos patrióticos, en los que los diestros, con independencia de su personal confesión ideológica, se vieran obligados a levantar el puño o el brazo. Tal fue el caso de una corrida celebrada en Valencia, en la que por el testimonio gráfico de la época, puede verse a Domingo Ortega, Manolo Martínez, Amador Ruiz Toledo, Rafaelillo y a las cuadrillas levantando el puño.

Las duras condiciones de la Guerra Civil produjeron también la devastación del toro de lidia. Pasado el primer año del conflicto, entre el 18 de julio y el 31 de diciembre de 1936, se organizaron 229 festejos en España. Solo veinte de ellos se celebraron en la zona republicana y para el año siguiente ya no se daría ninguna en esta demarcación. Muestra del estado en que se encontraban las ganaderías españolas para estas fechas, es la corrida de toros del 21 de marzo de 1937, en Valencia, en la que actuaron chicuelo, Vicente Barrera y Jaime Pericás. Los toros pertenecían a seis ganaderías distintas. El cronista Demetrio Gutiérrez Alarcón, describe este triste suceso:

No era posible disponer de lotes completos de una misma divisa. Las ganaderías están deshechas y en muchos sitios se apartan corridas enteras con destino al matadero para el suministro de la población.

La Guerra Civil demolió determinadas ganaderías. Algunas castas que se venían conservando desde el siglo XVI fueron liquidadas. Lo cierto, es que, si en la denominada zona nacional no se hubiese respetado la ganadería brava, es probable que la fiesta de los toros hubiera desaparecido en los años cuarenta. Dicho de otro modo, la depredación ganadera en la zona republicana fue tal, que llegó a afectar a los encastes Jijona, Vistahermosa y Espinosa Hidalgo Baquero, siendo la aniquilación de la primera casi total, al desparecer las ganaderías de Julián Fernández, Marqués de Albayda, Ayala, Manuela Agustina Flores y Vicente Martínez.

Concluida la guerra, lo único que querían los españoles era olvidar la traumática experiencia, siendo la tradicional fiesta de los toros, el mejor recurso de evasión. El franquismo no quiso privarles de su esparcimiento favorito; en 1939 se celebraron 125 corridas de toros y 156 al año siguiente. Notable fue aquella denominada Corrida de la Victoria, celebrada el 24 de mayo de 1939.

El precio que se pagó por esta generosidad con los ciudadanos fue alto. En las dehesas de las ganaderías españolas no había toros con la edad cuatro años y peso reglamentarios 470 kg. mínimo en plazas de primera. Se empezó a lidiar con tres y un peso inferior. El fraude generalizado fue moderado por la práctica de la vista gorda, hasta que las autoridades no tuvieron más que suprimir dos artículos del Reglamento vigente de 1930.

Más adelante, y con lamentables anterioridades en torno a la fiesta, la autoridad revisó en abril de 1943 el Reglamento de Espectáculos Taurinos. Se determinó que el peso de los toros para las tres categorías de plazas sería de 423, 401 y 378 kilos brutos.

El toreo en España y México.

Siguiendo el camino trazado por Carlos Abella, corresponde, antes de adentrarme en la vida del monstro de Córdoba, referirme al toreo español de la posguerra y al mexicano de esta misma época, debido a la notable repercusión de la guerra civil española en la historia taurina de este país. La postura solidaria de las autoridades mexicanas con el gobierno de la República, constituyó un factor adicional de tensión y rivalidad entre las dos familias más influyentes del mundo de los toros. Distinguidos matadores mexicanos surgidos en los años treinta habían triunfado no solo en su país, sino también en ruedos españoles, en donde el aficionado se dejó seducir por su variedad de estilos, personalidad y coraje.

Aún así, la guerra truncó, con su dramático interludio, la carrera profesional de varios toreros españoles e interrumpió la presencia de tantos otros mexicanos que habían alcanzado el favor de la afición española. Unos y otros, empero, quedaron envueltos en la revolucionaria personalidad taurina y humana de Manolete que fue capaz de conquistar a las dos aficiones y de rivalizar en ambos países con los mejores toreros de toda una generación.

Los dos primeros rivales españoles de Manolete.

El primero de ellos, por antigüedad, es Marcial Lalanda, que alternó con el cordobés y con su propia historia en casi cuarenta corridas, siendo él precisamente quien le confirmara la alternativa el 12 de octubre de 1939 en presencia de Juanito Belmonte, otro confirmante. Un año después hizo lo propio con otra joven promesa de la posguerra, Pepe Luis Vásquez. En sus veintiún años de alternativa, intervino en 1070 corridas de toros, despachando 2.271 reses. Se casó en 1930 y no logró que ninguno de sus descendientes siguiera su camino. El 24 de octubre de 1990, a la edad de 87 años, murió en Madrid.

Cuando estalla la Guerra Civil, en 1936, el mundo taurino se encontraba en las sabias y poderosas manos de Domingo Ortega. A finales de los años cuarenta, se retiró y ocupó su tiempo en impartir su filosofía taurina. El 29 de marzo de 1950, entró en el noble edificio del Ateneo madrileño para posicionarse a la altura de su amigo y homónimo don José Ortega y Gasset, dictando una magistral conferencia titulada El arte del toreo que se editara en la prestigiosa Revista de Occidente. Las fotografías de su mano a mano con el filósofo vestido de corto en la plaza de Azpetia lo atestiguan. Este es un acontecimiento revelador que se extiende más allá de toreo, pues muestra indisoluble comunión que existe entre la intelectualidad y este arte.

Otros toreros importantes de época, por nombrar algunos, son los siguientes:

Manuel Jiménez Chicuelo, inventor y gran ejecutor de la chicuelina. Fértil figura del toreo que constituye el tronco inicial del que surge toda una reveladora categoría de toreros que se extiende en Pepe Luis Vásquez, se recrea en Pepín Martín Vásquez y en Manolo González, y se materializa en la magia de Curro Romero, Julio Aparicio y Morante de la Puebla, ahora. A los 65 años de edad, el 31 de octubre de 1967, Chicuelo falleció en Sevilla.

Victoriano de la Serna fue un gran innovador de suertes y muletazos, entre ellos la Manoletina. Famoso es aquel cartel del gran cartelista taurino Carlos Ruano Llopis en el que le representa ejecutando el popular pase de las flores, vestido con un traje naranja y plata (6). Tenía 71 años cuando decidió poner fin a su vida.

Pepe Bienvenida, segundo hijo del Papa Negro, de portentosa eficacia en su toreo y espectacularidad indiscutible con los rehiletes. Probablemente uno de los mejores intérpretes de la historia. Falleció en Lima el 3 de marzo de 1968 a los 54 años de edad.

El toreo mexicano antes de Manolete.

Entre otros matadores, destaquemos a los que siguen:

Fermín Espinoza Armillita fue uno de los toreros más completos de la historia del toreo en general, y de la mexicana en particular. Aficionados y entendidos le bautizaron como el Joselito mexicano (7) y no cabe duda que junto a sus compatriotas Rodolfo Gaona y Carlos Arruza logró adaptarse con facilidad al toro español. Ya retirado, y poco antes de su muerte, fue objeto de un homenaje ofrecido en la ciudad de Madrid en 1978, en el Palacio de Congresos y Exposiciones.

Lorenzo Garza Arrambide, tomó la alternativa en septiembre de 1934, de manos de Juan Belmonte, en Aranjuez, confirmando el 14 de abril del año siguiente en una corrida goyesca de manos de Chicuelo y con el no menos genial Joaquín Rodríguez Cagancho de testigo. El 6 de octubre hacía su sexto paseíllo en Las Ventas en una misma temporada, y en 1935 toreó 43 corridas en España. El ave de las tempestades, como le decían, tenía una estoica concepción del toreo de muleta, aderezada con un arte puro y elegante.

Vamos con Manolete.

La afición taurina de Manolete estaba en sus genes. Fue hijo del matador cordobés del mismo nombre y de doña Angustias Sánchez. Su padre durante su etapa de novillero y primeros años de alternativa, fue esperanza de muchos aficionados que le creían sucesor de Machaquito.

Manolete (h) comenzó a lidiar antes de la guerra civil y actuó en la parte seria del espectáculo cómico taurino musical Los Califas (8). A la sazón, empresario de la plaza de toros de Tetuán, Domingo González, Dominguín, fue quien le contrató para que hiciera su debut el 2 de mayo de 1935, alternando con el novillero mexicano Silverio Pérez, que años más tarde sería su gran rival en las plazas mexicanas. Por un imperdonable error histórico, Manolete apareció en carteles como Ángel Rodríguez.

El 2 de julio de 1939, de manos de Manuel Jiménez Chicuelo, tomó la alternativa en Sevilla con Gitanillo de Triana atestiguando. Confirmante el 12 de octubre de 1939, fue su padrino Marcial Lalanda y el testigo Juanito Belmonte, que también ratificó su doctorado aquella tarde. El 25 de mayo de 1940, en Córdoba, sufrió su primera cornada como matador de toros. Fueron 50 corridas en las que lidió en este año y en el que logró posicionarse en el tercer lugar del escalafón.

Fue en 1943 cuando más hermosa sería su estrella taurina. Cuajó una de sus mejores temporadas toreando 74 corridas, dando además la cara en Madrid cinco tardes, entre ellas la Corrida de la Beneficencia. Su liderazgo era incontrastable. El año siguiente, y sin perder la brújula, la tarde del 6 de julio, inmortaliza, como gusta decir el aficionado mexicano, a Ratón, toro de Pinto Barreriro.

El 11 de diciembre, un numeroso y cualificado número de intelectuales españoles le ofreció un homenaje al que Manolete asistió de corto y tocado con sombrero cordobés. José Vicente Puente, Adriano del Valle, Agustín Foxá, Alfredo Marquerie, José María Alfaro, y Javier María Astray, entre otros, que representaban a tan egregias instituciones como la Real Academia de la Lengua, las Cortes españolas y el Consejo de Estado, estuvieron presentes. El diestro respondió a este gesto con una emocionada expresión: este es el toro más difícil de mi vida. Yo solo puedo decir ¡gracias¡.

Finalizada la temporada española, el 9 de noviembre de 1945 Manolete viajó a México y debutó en la plaza de ‘El Toreo’ el 9 de diciembre de 1945. Este suceso que ha quedado encumbrado en los documentales de la época, permitiendo que el público vibre con la extraordinaria expectación taurina, social y política que rodeó al acontecimiento. Silvio Pérez, que desde ese día sería el elegido por el público mexicano para darle réplica, le confirmó la alternativa, concediéndole la lidia y muerte del toro Gitano del hierro de Torrecilla, esto, en presencia de Eduardo Solórzano que aquella tarde se despedía de los toros. Hieratismo, elegancia y quietud fue la práctica taurina de Manolete.

Es febrero de 1946, día 5. Manolete nuevamente protagonizó uno de los momentos notables del toreo mexicano: la inauguración de la Plaza México, el nuevo coso de la capital, la México, en el decir del aficionado. El espada cordobés pasa a la historia por ser el primer torero que corta una oreja en el recién estrenado ruedo con capacidad para convocar a 50.000 personas.

Último vértigo.

Como toda figura, Manolete estuvo sometido a una enorme presión por parte del público y al parecer, pensaba en retirarse de los ruedos. El 16 de julio de 1947 actuó por última vez en la Monumental madrileña, en la corrida de la Beneficencia. Tras las ferias del norte viajó hasta Linares para actuar en la primera corrida de la feria de San Agustín alternando con Luis Miguel y Gitanillo frente a seis toros de la legendaria divisa de Miura. Al quinto de la tarde, que atendía por Islero (9), Manolete salió a lidiarlo en su línea de toreo valiente y dominador; el vértigo era trivial (10). Después de una faena inmensa, al momento de ejecutar la suerte suprema, sale prendido y derribado. Toda España lloró. También México. Su entierro en Córdoba fue una inmensa procesión de luto.

Entre otros, los rivales de Manolete fueron: Pepe Luis Vásquez el dios rubio de San Bernardo, excelente veroniqueador, variado en quites y excelente muletero; Carlos Arruza, portentoso en la suerte de banderillas, torero de cintura, a diferencia de Manolete, que era un torero de muñeca; Silverio Pérez el faraón de Texcoco; y, entre sus contemporáneos, están, por ejemplo, Juanito Belmonte Campoy; Pepín Martín Vásquez; Emilio de la Casa; Angel Luis Bienvenida El inglés; y, Alfonso Ramírez El Calestero, inventor de la calesterina.

A porta gayola.

!Que Dios reparta suerte!

De la extraordinaria pluma del escritor taurino Gregorio Corrochano, se define, este arte en movimiento, el arte de torear, así: torear es mandar en el toro. […] si no se manda en el toro […] no torea el torero, el que torea es el toro. Y no se puede cargar al toro si no se carga la suerte (11)

Con ello, y como resumen personal, diré ˗acopiando los sentires de toreristas y toristas, que el torero es él y su circunstancia…el toro y su bravura.

José Javier Villamarín.

Notas.

(1) ¡A los toros!, del romántico Rodríguez Rubí, aparecida dentro de sus Poesías andaluzas en el annus admirabilis de la publicación de la lírica romántica; en: Las fuente literarias, 13ª. lámina, en: DE TORRES, José Carlos, Diccionario del arte de los toros, ALIANZA EDITORIAL, Madrid, 1996.

(2) Me refiero a La Tauromaquia. Sobre esta publicación puede verse el artículo 1907 LA AFICIÓN DA SUS PRIMEROS PASOS, de Humberto Jácome Harb, en: CORRAL NEIRA, Guillermo (Grupo EL COMERCIO), El rito en la arena, 1ª. Ed., octubre de 2011, pág. 36.

(3) Las láminas biográficas 8 (Francisco Arjona Herrera); 9 (José Rodríguez); 11 (Salvador Sánchez Povedano); 12 (Luis Mazzantini); 15 (Ricardo Torres y Reina); 16 (Vicente Pastor); 19 (Joselito); 20 (Juan Belmonte); 21 (Manuel Granero); y, 22 (Nicanor Villalta), son las que he podido conservar. Deberían reeditarse.

(4) ABELLA, Carlos, De Manolete a José Tomás, 2008, p. 13.

(5) ABELLA, cit., págs. 11 a 94.

(6) Nota aparte de la obra de Abella: Los adornos y los remates imaginativos, desde los albores del toreo, fueron abundantes. Suerte de estimable mérito y belleza, es la Manoletina, recreada por Manolete, en la que el torero presenta la muleta armada con la derecha, mientras que la izquierda que ha pasado por la espalda, sujetando una punta de la tela, y sin cambiar la posición, ejecuta el pase por alto. LA LIDIA, lámina No. 22, reverso.

(7) Nota aparte de la obra de Abella: José Gómez Ortega, español, nacido en Gelves, Sevilla, el 8 de mayo de 1895, se le conoció como Joselito. Apenas contaba con 17 años de edad ya se le consideraba maestro en tauromaquia. Debutó de luces a los 12 años, en Jerez de la Frontera y el 13 de junio pisó Madrid. El 28 de septiembre siguiente, de manos de El Gallo tomó la alternativa, y el 1º. de octubre, fue su confirmación. En 1913 Juan Belmonte se doctoró y se inició, de un parte, la competencia con Joselito; y, de otra, la edad de oro del toreo. El gelveño, aunque apenas vivió 25 años, superó todas las marcas. Fue un torero cabal. En la Plaza de toros de Talavera de la Reina, el toro Bailaor de la viuda de Ortega, el 16 de mayo de 1920, le propinó una cornada que le produjo la muerte. Cada 16 de mayo se guarda un minuto de silencio en su memoria. LA LIDIA, lámina No. 19, anverso.

(8) Nota aparte de la obra de Abella. DE TORRES, cit., pág. 242.

(9) Islero, miureño de capote entrepelado y bragado; cornicorto que arrojó 295 kilos de peso en canal. Hijo de Islera, nacido en la finca de Valdelinares y criado en la de Zahariche. Cuando becerro, fue tentado en faena de acoso y derribo según la costumbre de varias ganaderías del Bajo Guadalquivir. DE TORRES, cit., págs. 215216; 242243.

(10) El oficio, la extraordinaria expresión de serenidad, el patetismo, la verticalidad y la quietud de Manolete, se la puede constatar en dos testimonios gráficos. Al momento de dedicar el toro ABELLA, cit., pág. 91; y al interpretar el estatuario La lidia de los toros, lámina 42, en DE TORRES, cit.

(11) La Lidia de los Toros, 1ª. lámina, en: DE TORRES, cit.