viernes, 30 de abril de 2010

Sobre José Tomás


Carlos Loret de Mola
Historias de reportero
27 de abril de 2010
EL UNIVERSAL
Fotografía: Paloma Aguilar

Con mucho respeto para los antitaurinos
En la enfermería de la plaza de toros de Aguascalientes se respira la muerte de José Tomás. Tendido en la cama quirúrgica, el torero más grande de los últimos tiempos es el único que no alza la voz. “Me duele mucho la pierna”, dice apenas a su amigo de toda la vida, Fernando Ochoa, espada también, que acaba de bajar del tendido donde presenciaba la corrida.
Los demás gritan: Andrés, el hermano del matador, no encuentra una tijera para cortarle el traje de luces, la enfermera no se da abasto para colocar las cuatro, cinco mangueras de catéter que exige la emergencia, dos médicos están sobre de él taponándole a mano limpia el borbotón de sangre que surge de su muslo izquierdo, otro está enfrente mordiéndole el cuerpo con pinzas —¡faltan pinzas!— para despejar el camino de la urgente cirugía. La hemorragia no se detiene.

El doctor Alfredo Ruiz, sereno, toma una decisión: coge su bisturí y abre sin anestesia, como único método para salvar la vida de El Príncipe de Galapagar. Ochoa comprime con toda la fuerza de su mano derecha la bolsa de A negativo para que salga más rápido y con la izquierda sostiene la del torero herido, quien aprieta de cuando en cuando y salta los ojos. Todos llevan cara, ropa, brazos húmedos del rojo de la tragedia. José Tomás, máscara de oxígeno sobre un rostro que se va volviendo amarillo, lleva 25 minutos aguantando sin quejarse hasta que lo sedan.

José Tomás se está muriendo. Él lo sabe. Navegante le acaba de penetrar el muslo con el cuerno. Le rompió las venas y arterias que pasan por ahí —femoral, safena, ilíaca. “Como llave de agua abierta”, explica el subalterno Alejandro Prado, quien frente al toro soltó el capote y le metió la mano para taparle la fuga a carne viva y no dejar que falleciera ahí, en la arena. “Tranquilos, tranquilos”, les dijo el español mientras lo levantaron del ruedo.

Del ruedo a la enfermería José Tomás perdió tres litros de sangre. El altavoz de la plaza pide donadores. Se juntan 300 personas afuera del servicio médico y luego en el hospital. En total, le inyectaron ocho litros. El cuerpo humano alberga cinco. Si Pitágoras no miente, por las venas del diestro español corre hoy sangre mexicana.

—¿Cómo estás? —le pregunta un entrañable al entrar al área de terapia intensiva del hospital Hidalgo de Aguascalientes, 37 horas tras la cornada.
—De puta madre —que en ibérico quiere decir “maravillosamente”.

José Tomás mueve la pierna para demostrarlo y sonríe burlándose de la muerte. Ha de ser por su sangre mexicana.

jueves, 29 de abril de 2010

Los toros y el medio ambiente (Francis Wolff)

Razón 20: Un ecosistema único
Esta ganadería extensiva, preservada de la mecanización indiscriminada gracias al amor por el toro y a la abnegación personal de algunos ganaderos (que a buen seguro tendrían mucho más interés – económico en ``fabricar carne´´ en ganadería intensiva) sólo se puede hacer en unos espacios y unos pastos únicos: la dehesa en España (de Salamanca a Andalucía), en Portugal (en el Ribatejo) y en Francia (en la Camarga). Gracias a la presencia del toro de lidia, estos espacios son auténticas reservas ecológicas de incomparable riqueza de flora y de fauna (jabalí, lince, buitre, cigüeña, etc.) similar a los grandes parques naturales protegidos. (En el caso de La Camarga nos podemos referir, por ejemplo, a los trabajos del equipo de Bernard Picon y en especial a su libro ``El espacio y el tiempo en La Camarga´´). Esto lo saben bien los ecólogos, que no deben ser confundidos con algunos teóricos de la ``ecología política´´.

Razón 21: Defensa de la biodiversidad
Un verdadero ecologista defiende la biodiversidad y lucha contra la desaparición de las especies. Los animalistas que hoy batallan por la prohibición de la fiesta de los toros lucha, muchas veces sin ser conscientes de ello, por la desaparición de los toros de lidia. Esta variedad única de toro salvaje preservada en Europa desde el siglo XVIII gracias a las grandes ganaderías estaría condenada al matadero si se supieran las corridas de toros. Con lo cual, para salvar la especie (o la variedad) es necesario ``sacrificar´´ algunos toros en el ruedo. El animalista querría ``salvar´´ a esos ejemplares del destino que les espera. Pero ¿cómo sería eso posible sin condenarlos, a ellos y a todos los demás, al matadero? ¿Qué haríamos con todas esas vacas, erales, becerros, que hoy viven exclusivamente para posibilitar que unos cuantos toros adultos sean lidiados en el ruedo? En efecto, es necesario contar con una ganadería de unas trescientas cabezas de ganado para ``producir´´ anualmente tres corridas de seis toros adultos, (cuatro años). ( A esto, el antitaurino generalmente contesta que no siendo el toro de lidia, en la estricta acepción biológica del término, una especie sino solo una ``variedad´´ su patrimonio genético no tendría que ser protegido: pero ¿podríamos deshacernos de los perros con el pretexto de que tenemos lobos, o viceversa?)
Supongamos que, aguijoneado por estos argumentos, el animalista insista en su empeño de pretenderse ``ecologista´´ y vuelva a las consideraciones morales sobre la necesidad de reducir el ``sufrimiento`` animal. Preguntémosle entonces: ¿disminuiría verdaderamente el sufrimiento animal si se suprimiese las corridas de toros? (Claro, si suprimimos todos los individuos de una determinada población, de un plumazo suprimiremos sus ``sufrimientos´´ pero a nadie se les escapa que esto es un sofisma). Pero, sigamos con ese razonamiento ``utilitarista´´: ¿ qué pasaría con todas esas vidas libres (y por tanto ``mejores´´ que las de la mayor parte del resto de animales que viven bajo la dominación del hombre) de esos centenares de miles de bestias (sementales, vacas, utreros, añojos, becerros)que disfrutan actualmente de una vida conforme a su naturaleza y que no mueren en el ruedo? (De unos 200.000 animales que viven actualmente en las ganaderías destinadas a la lidia, sólo el 6% muere en el ruedo). ¿Cómo contabilizar la pérdida de su existencia y de calidad de vida si se suprimiera las corridas de toros? Vayamos más lejos y volvamos a los doce mil toros que mueren cada año en los ruedos: ¿estamos seguros de que disminuiríamos sus sufrimientos privándoles de una buena vida si se suprimieran las corridas de toros? Y finalmente, ¿estamos seguros de que disminuiríamos los sufrimientos de los toros destinados a la corrida si se les privase de la corrida? (ver argumento 18)

Razón 22: Respeto de la naturaleza animal
Una última consideración ecologista: el toro de lidia es el único animal criado por el hombre que vive y muere conforme su naturaleza (ver argumento 17). Esto no es fruto del azar, sino la consecuencia misma del sentido de la corrida ya que ésta exige bravura del toro. Es un caso único de ganadería que debe respetar necesariamente las exigencias de la vida salvaje del animal (territorio, alimentación, coexistencia de las crías con sus progenitores, etc) precisamente por que hay que preservar lo más intacto posible el instinto natural de agresividad, defensa del territorio y desconfianza ante cualquier intruso, especialmente ante el hombre. El toro de lidia es el único animal doméstico que sólo puede servir a los fines humanos para los que ha sido criado a condición de no ser domesticado. De ahí que deba ser criado de la manera más ``natural´´ posible; en caso contrario, su lidia sería imposible y la corrida de toros perdería todo su sentido.
Por definición la corrida de toros de toros es la práctica humana que debe respetar más y mejor las condiciones naturales de la vida de los animales que viven bajo la dominación humana.

Razón 23: Humanidad y animalidad
Los animalistas defienden que como ``todos somos animales´´ deberíamos dispensar el mismo trato a los animales que a los hombres. Se equivocan. Es justamente por que el hombre no es un animal como los demás por lo que tiene deberes hacia ellos y no al contrario. Estos deberes no pueden, en ningún casi, confundirse con los deberes universales de asistencia, reciprocidad y justicia que tenemos para con los otros hombres en tanto que personas. Sin embargo, está claro que tenemos deberes hacia algunos animales. A priori hay tres formas de relacionarse con los animales. A los animales de compañía, les damos afecto a cambio del que ellos nos ofrecen: por eso, es inmoral traicionar esa relación, por ejemplo abandonando a un perro en el área de servicio de una autopista. A los animales domésticos, les proporcionamos ciertas condiciones de vida, a cambio de su carne, leche o cuero…; por eso, es inmoral considerarlos como meros objetos de producción sin vida, como sucede en las en las formas más mecanizadas de la ganadería industrial; pero no es inmoral matarlos, puesto que con esa finalidad han sido criados (argumento 22). Y, respecto de los animales salvajes, con lo que no nos liga ninguna relación individualizada, ni afectiva ni vital, sino solamente una vinculación con la especie, es moral, respetando los ecosistemas y eventualmente la biodiversidad, luchar contra las especies perjudiciales o proteger ciertas especies amenazadas.
Ahora bien, ¿qué ocurre con los toros bravos – que no son animales propiamente domésticos ni verdaderamente salvajes? ¿Qué deberes tenemos para con ellos? Yo respondo: preservar su naturaleza brava, criarlos respetando esa naturaleza, y matarlos (puesto que solo viven para eso) conforme a su fiereza natural (ver argumento 14 al 16).

Savater, filósofo: 'Los toros no se pueden prohibir'

Texto: Burladero.com
29/04/2010

El filósofo y escritor Fernando Savater ha puesto su ‘granito de arena' a favor de las corridas de toros y en contra de una posible prohibición en Cataluña.El premio Planeta de novela 2008, que en la actualidad vive amenazado por la banda terrorista ETA, participó ayer en un ciclo de conferencias en León sobre los ‘retos de la ciencia para el Siglo XXI', según recoge El Mundo.

Preguntado sobre la moralidad de los toros y sí consideraba acertado prohibirlos, Savater fue claro: "Claro que no se debe prohibir. Los animales no son humanos, así que esta idea de que son como nosotros, pues no. Son seres vivos pero no tenemos obligaciones morales con ellos, sino quizá otro tipo de obligaciones. Entiendo que a uno no le gusten los toros como a otro no le gusta el fútbol, pero lo que creo que no se puede hacer es prohibirlos".

lunes, 26 de abril de 2010

Los toros y el medio ambiente (Francis Wolff)

Razón 19: Una de las últimas formas de ganadería extensiva en Europa

Defender la fiesta de los toros es apostar por una de las últimas formas de ganadería extensiva que existen en Europa, en la que cada animal dispone de una extensión de 1 a 3 hectáreas de terreno. ¿Puede alguien mejorar esa realidad tratándose de animales domésticos? Si se suprimen las corridas de toros muchas de esas tierras hoy destinadas al toro de lidia se entregarían al uso de la agricultura intensiva o industrial. No deja de ser curiosa la inversión de valores: en la época de la mercantilización de lo viviente, de la cría de bovinos en auténticas fábricas de filetes, de la producción en cadena de pescados esterilizados, algunos se indignan por las condiciones de vida y de muerte de los toros de lidia.

Escuela Taurina en su primera clase práctica





Los alumnos de la Escuela Taurina Jesús del Gran poder tuvieron su primera clase práctica del nuevo ciclo lectivo, el pasado viernes 23 de abril.
Se lidiaron cuatro reses de la ganadería Mirafuente y Vista Hermosa en la Plaza de Toros Quito.

Manuel Benítez “El Cordobés”, V Califa del Toreo, envía un mensaje a SOMOS ECUADOR


Foto: Alberto Suárez
Entrevista: Andrea Guevara

Maestro es un placer para los que conformamos el colectivo SOMOS ECUADOR el poder recibir un mensaje de alguien tan importante como usted.

¿Qué podría decirnos a los que estamos trabajando en el Ecuador para fomentar, promover, difundir y defender la Fiesta Brava?

Bueno os digo una cosa, la verdad es que el toro es el único animal que existe en el mundo que de verdad se puede salvar la vida de todos los animales, ni los pollos, ni las vacas, ni los cerdos, solamente el toro. Y todas las personas que están en contra de los toros están equivocadas porque no saben nada de nada, no tienen conocimiento.
Nosotros tenemos cimientos de siglos y siglos de historia taurina y ellos arrancan ahora. Por ejemplo en España, andan en cueros, mujeres y hombres en las calles es una cosa muy fea, muy desagradable, porque yo creo que eso no tiene nada que ver con los toros.
Yo creo que están equivocados y que no se van a salir con ella porque no tiene nada que ver una cosa con la otra, se han metido en un mundo que nos les pertenece ni saben en donde se han metido, están todos perdidos.

Es una Fiesta nuestra de siglos que la tenemos ganada. Los toreros salimos y nos jugamos la vida, el toro se salva la vida, el torero se salva la vida o muere también. Las cosas tienen su valor y tiene su momento todo en la vida no es así porque así.
Que las mujeres se dediquen a cuidar sus hijos y a cuidar su casa, que no les falte nada y cuidarse en sus colegios y que los hombres se dediquen a trabajar y que no les falte nada en el hogar.

Y desde aquí les digo a todos que no nos molesten para nada que nosotros no molestamos a nadie y un saludo de corazón a todos vosotros que hacen un trabajo maravilloso, sigan con su labor y adelante. Un abrazo.

¡Gracias Maestro!

jueves, 22 de abril de 2010



Somos Ecuador en Riobamba






Fotografías: Alberto Suárez

Somos taurinos, somos aficionados, somos apasionados, somos fiesta, somos arte, somos toros, somos todos….. Y eso se reflejó en los tres días de la Feria Taurina Señor del Buen Suceso 2010; donde miembros de Somos Ecuador, junto a los alumnos de la Escuela Taurina Jesús del Gran Poder dieron un ejemplo de lo que es ser aficionados.

Somos Ecuador, con su motivación por difundir y promover la fiesta de los toros, estuvo presente en Riobamba y sectores aledaños, e integró al proyecto a todos los que formamos parte del mundo del toro.

Entre las actividades más importantes que realizamos fue una chiva taurina que recorrió gran parte de Riobamba compartiendo información sobre la difusión de la Fiesta Brava que realiza Somos Ecuador, cuentos taurinos, camisetas, postales y promocionando los tres días de la Feria de Riobamba.

Los niños de la Escuela Taurina realizaron toreo de salón en las afueras de la Plaza de Toros, mientras proporcionaban informativos y mucha gente se afiliaba voluntariamente para formar parte del colectivo Somos Ecuador. Además, los alumnos hicieron una demostración de lo que han aprendido en la escuela en el receso de las corridas.

Estuvimos presentes en el conversatorio que tuvo lugar en el Hotel los Molinos, con los principales toreros de la Feria, quienes compartieron sus experiencias con todos nosotros.

Sin duda alguna, Somos Ecuador tuvo una excelente reacción de los aficionados y una gran acogida en Riobamba.
Cada vez somos más taurinos, de todos los ámbitos, unidos hacia nuevas propuestas y unidos por el bien de nuestra cultura, de nuestra libertad de expresión, de nuestra patria potestad, de lo que respetamos, de lo que amamos y de los que SOMOS.

martes, 20 de abril de 2010

Torear y otras maldades


MARIO VARGAS LLOSA 18/04/2010

El intento de prohibir las corridas de toros en Cataluña ha repercutido en medio mundo y, a mí, me ha tenido polemizando en las últimas semanas en tres países en defensa de la fiesta ante enfurecidos detractores de la tauromaquia. La discusión más encendida tuvo lugar en la noche de Santo Domingo -una de esas noches estrelladas, de suave brisa, que desagravian al viajero de la canícula del día-, en el corazón de la Ciudad Colonial, en la terraza de un restaurante desde la que no se veía el vecino mar, pero sí se lo oía.

Alguien tocó el tema y la señora que presidía la mesa y que, hasta entonces, parecía un modelo de gentileza, inteligencia y cultura, se transformó. Temblando de indignación, comenzó a despotricar contra quienes gozan en ese indecible espectáculo de puro salvajismo, la tortura y agonía de un pobre animal, supervivencia de atrocidades como las que enardecían a las multitudes en los circos romanos y las plazas medievales donde se quemaba a los herejes. Cuando yo le aseguré que la delicada langosta de la que ella estaba dando cuenta en esos mismos momentos y con evidente fruición había sido víctima, antes de llegar a su plato y a sus papilas gustativas, de un tratamiento infinitamente más cruel que un toro de lidia en una plaza y sin tener la más mínima posibilidad de desquitarse clavándole un picotazo al perverso cocinero, creí que la dama me iba a abofetear. Pero la buena crianza prevaleció sobre su ira y me pidió pruebas y explicaciones.

Escuchó, con una sonrisita aniquiladora flotándole por los labios, que las langostas en particular, y los crustáceos en general, son zambullidos vivos en el agua hirviente, donde se van abrasando a fuego lento porque, al parecer, padeciendo este suplicio su carne se vuelve más sabrosa gracias al miedo y el dolor que experimentan. Y, sin darle tiempo a replicar, añadí que probablemente el cangrejo, que otro de los comensales de nuestra mesa degustaba feliz, había sido primero mutilado de una de sus pinzas y devuelto al mar para que la sobrante le creciera elefantiásicamente y de este modo aplacara mejor el apetito de los aficionados a semejante manjar. Jugándome la vida -porque los ojos de la dama en cuestión a estas alturas delataban intenciones homicidas- añadí unos cuantos ejemplos más de los indescriptibles suplicios a que son sometidos infinidad de animales terrestres, aéreos, fluviales y marítimos para satisfacer las fantasías golosas, indumentarias o frívolas de los seres humanos. Y rematé preguntándole si ella, consecuente con sus principios, estaría dispuesta a votar a favor de una ley que prohibiera para siempre la caza, la pesca y toda forma de utilización del reino animal que implicara sufrimiento. Es decir, a bregar por una humanidad vegetariana, frutariana y clorofílica.

Su previsible respuesta fue que una cosa era matar animales para comérselos y así poder sustentarse y vivir, un derecho natural y divino, y otra muy distinta matarlos por puro sadismo. Inquirí si por casualidad había visto una corrida de toros en su vida. Por supuesto que no y que tampoco las vería jamás aunque le pagaran una fortuna por hacerlo. Le dije que le creía y que estaba seguro que ni yo ni aficionado alguno a la fiesta de los toros obligaría jamás ni a ella ni a nadie a ir a una corrida. Y que lo único que nosotros pedíamos era una forma de reciprocidad: que nos dejaran a nosotros decidir si queríamos ir a los toros o no, en ejercicio de la misma libertad que ella ponía en práctica comiéndose langostas asadas vivas o cangrejos mutilados o vistiendo abrigos de chinchilla o zapatos de cocodrilo o collares de alas de mariposa. Que, para quien goza con una extraordinaria faena, los toros representan una forma de alimento espiritual y emotivo tan intenso y enriquecedor como un concierto de Beethoven, una comedia de Shakespeare o un poema de Vallejo. Que, para saber que esto era cierto, no era indispensable asistir a una corrida. Bastaba con leer los poemas y los textos que los toros y los toreros habían inspirado a grandes poetas, como Lorca y Alberti, y ver los cuadros en que pintores como Goya o Picasso habían inmortalizado el arte del toreo, para advertir que para muchas, muchísimas personas, la fiesta de los toros es algo más complejo y sutil que un deporte, un espectáculo que tiene algo de danza y de pintura, de teatro y poesía, en el que la valentía, la destreza, la intuición, la gracia, la elegancia y la cercanía de la muerte se combinan para representar la condición humana.

Nadie puede negar que la corrida de toros sea una fiesta cruel. Pero no lo es menos que otras infinitas actividades y acciones humanas para con los animales, y es una gran hipocresía concentrarse en aquella y olvidarse o empeñarse en no ver a estas últimas. Quienes quieren prohibir la tauromaquia, en muchos casos, y es ahora el de Cataluña, suelen hacerlo por razones que tienen que ver más con la ideología y la política que con el amor a los animales. Si amaran de veras al toro bravo, al toro de lidia, no pretenderían prohibir los toros, pues la prohibición de la fiesta significaría, pura y simplemente, su desaparición. El toro de lidia existe gracias a la fiesta y sin ella se extinguiría. El toro bravo está constitutivamente formado para embestir y matar y quienes se enfrentan a él en una plaza no sólo lo saben, muchas veces lo experimentan en carne propia.

Por otra parte, el toro de lidia, probablemente, entre la miríada de animales que pueblan el planeta, es hasta el momento de entrar en la plaza, el animal más cuidado y mejor tratado de la creación, como han comprobado todos quienes se han tomado el trabajo de visitar un campo de crianza de toros bravos.

Pero todas estas razones valen poco, o no valen nada, ante quienes, de entrada, proclaman su rechazo y condena de una fiesta donde corre la sangre y está presente la muerte. Es su derecho, por supuesto. Y lo es, también, el de hacer todas las campañas habidas y por haber para convencer a la gente de que desista de asistir a las corridas de modo que éstas, por ausentismo, vayan languideciendo hasta desaparecer. Podría ocurrir. Yo creo que sería una gran pérdida para el arte, la tradición y la cultura en la que nací, pero, si ocurre de esta manera -la manera más democrática, la de la libre elección de los ciudadanos que votan en contra de la fiesta dejando de ir a las corridas- habría que aceptarlo.

Lo que no es tolerable es la prohibición, algo que me parece tan abusivo y tan hipócrita como sería prohibir comer langostas o camarones con el argumento de que no se debe hacer sufrir a los crustáceos (pero sí a los cerdos, a los gansos y a los pavos). La restricción de la libertad que ello implica, la imposición autoritaria en el dominio del gusto y la afición, es algo que socava un fundamento esencial de la vida democrática: el de la libre elección.
La fiesta de los toros no es un quehacer excéntrico y extravagante, marginal al grueso de la sociedad, practicado por minorías ínfimas. En países como España, México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y el sur de Francia, es una antigua tradición profundamente arraigada en la cultura, una seña de identidad que ha marcado de manera indeleble el arte, la literatura, las costumbres, el folclore, y no puede ser desarraigada de manera prepotente y demagógica, por razones políticas de corto horizonte, sin lesionar profundamente los alcances de la libertad, principio rector de la cultura democrática.

Prohibir las corridas, además de un agravio a la libertad, es también jugar a las mentiras, negarse a ver a cara descubierta aquella verdad que es inseparable de la condición humana: que la muerte ronda a la vida y termina siempre por derrotarla. Que, en nuestra condición, ambas están siempre enfrascadas en una lucha permanente y que la crueldad -lo que los creyentes llaman el pecado o el mal- forma parte de ella, pero que, aun así, la vida es y puede ser hermosa, creativa, intensa y trascendente. Prohibir los toros no disminuirá en lo más mínimo esta verdad y, además de destruir una de las más audaces y vistosas manifestaciones de la creatividad humana, reorientará la violencia empozada en nuestra condición hacia formas más crudas y vulgares, y acaso nuestro prójimo. En efecto, ¿para qué encarnizarse contra los toros si es mucho más excitante hacerlo con los bípedos de carne y hueso que, además, chillan cuando sufren y no suelen tener cuernos?

Francis Wolff La muerte del Toro

Razón 15: La norma taurómaca consiste en afirmar que no se puede matar al animal sin arriesgar la propia vida.

Prueba fehaciente del respeto hacia el toro es que la corrida sólo se puede dar muerte al toro poniendo el torero en peligro de su propia vida. El deber de arriesgar la propia vida es el precio que uno tiene que pagar para tener el derecho de matar al animal. Lo que hace posible la necesidad de la muerte del toro (argumento 10) es la posibilidad siempre necesaria de la muerte del torero. La mayoría de normas que ilustran la ética taurómaca se inspiran en esta norma esencial: engañar al toro para no resultar cogido pero exponiendo siempre el cuerpo al riesgo de la cornada. A la inversa, si se vence sin peligro se triunfa sin gloria.

Razón 16: El toro no es abatido, tal como atestigua el ritual taurómaco.

La corrida de toros no sería nada sin un ritual. Desde el paseíllo inicial hasta las mulillas que arrastran el cadáver del toro, todos los actos, todos los gestos, todas las actitudes de los actores intervinientes están ritualizados y tienen su sentido. El ritual porta dos finalidades. Proteger simbólicamente los actos de un hombre que arriesga su vida de cualquier accidente imprevisible, al rodearlos de una tranquilizadora barrera repetitiva. Envolver con un ritual festivo y trágico a la vez los momentos en los que se juega la vida de un animal respetando (ver argumento 11) y por lo tanto singularizado. Al toro se le distingue como un ser vivo individualizado que cuenta con un nombre propio conocido por todos y con una procedencia genealógica sabida por los aficionados, y al que muchas veces se le aplaude su belleza, se le ovaciona por su combatividad, e incluso se le aclama como a un héroe. ¿Alguien hablaba de desprecio o de crueldad? Habría que hablar de admiración. (argumento 26)

Razón 17: El toro no es abatido, se le respeta en su propia naturaleza

El toro de lidia es un animal bravo, lo que significa que es por naturaleza desconfiado, taciturno y agresivo. Esta natural combatividad no tiene nada que ver con la del depredador azuzado por el hambre, puesto que el toro es un herbívoro, ni tampoco está vinculado con un instinto sexual, pues se manifiesta también ante individuos de otras especies. Para un animal como éste, una vida conforme a su naturaleza ``salvaje´´, rebelde, indómita, indócil, insumisa, tiene que ser una vida libre – por tanto la mejor posible. Y así, una muerte conforme a su naturaleza de animal bravo tiene que ser una muerte en lucha contra aquél que cuestiona su propia libertad, es decir, contra aquel ser vivo que le disputa en su terreno su supremacía. Éste es el drama que se muestra en el redondel: el toro libra su último combate para defender su libertad. ¿Sería más conforme a su bravura y a la propia naturaleza del toro vivir esclavizado por el hombre y morir en el matadero como un buey de carne?

Razón 18: ¿La mejor de las suertes?

Es debido a un proceso de identificación por lo que el animalista sólo es capaz de imaginar al toro como chivo expiatorio del hombre. También dicho proceso hace que algunos lo vean como víctima y no como combatiente. Así, puestos a identificarse con el toro propongamos a esos animalistas que se identifiquen con otras especies bovinas y pidámosles que elijan cuál es la mejor de las suertes: la del buey de tiro, la del ternero de carne (criado normalmente en batería y muerto a corta edad) o la del toro de lidia: cuatro años de vida libre a cambio de quince minutos de muerte luchando. Entonces la pregunta sería: ``¿con quién quiere usted identificarse?

viernes, 16 de abril de 2010

La Muerte del Toro ( Francis Wolff)

Razón 12: ¿Por qué matar a los toros?

La muerte del toro es el fin necesario dela corrida. Podríamos enumerar razones utilitaristas. El toro está destinado al consumo humano y en ningún caso puede volver a servir para otra corrida, por que en el transcurso de la lidia ha aprendido demasiado, se ha convertido en ``intolerable´´. Pero esto no es lo esencial. Las verdaderas razones son simbólicas, éticas y estéticas. Simbólicamente, una corrida es el relato de la lucha heroica y de la derrota trágica del animal: ha vivido, ha luchado, y tiene que morir. Éticamente, el momento de la muerte es el ´´instante de la verdad``, el acto más arriesgado del hombre, en el que se tira entre los cuernos intentando esquivar la cornada gracias al dominio técnico que ha adquirido sobre su adversario en el desarrollo de la lidia. Estéticamente, la estocada es el gesto que finaliza el acto y hace nacer la obra; la estocada bien ejecutada, en todo lo alto y de efecto inmediato confiere a la faena la unidad, la totalidad y la perfección de una obra. Estas tres razones son las que dan sentido a las corridas de toros.

Razón 13: Pero al menos ¿se podría no matar al toro en público, tal como prescribe la ley portuguesa?
Hemos recordado más arriba las razones esenciales (simbólicas, estéticas y éticas) de la muerte pública, fin necesario de la ceremonia sacrificial. Por otra parte es un error creer que una muerte ``ocultada`` sería ``menos cruel´´ para el animal. Es más bien lo contrario. Un toro que sale vivo del ruedo tendrá que esperar largas horas antes de ser llevado al matadero donde será abatido por el carnicero. Dejar el animal malherido y confinado en un espacio reducido sin opción a la lucha, sí que sería un auténtico calvario para él (ver argumento 8). La única beneficiada de esta solución sería la hipocresía: lo que no se ve no existe. (Tapemos la sangre y la muerte, lo esencial es que no se vean)
Razón 14: Todas las tauromaquias implican el respeto al toro
La corrida de toros es una de las formas de la tauromaquia. Existen cientos, de las que perviven unas cuantas decenas. En todas las sociedades donde han vivido toros bravos han existido alguna forma de tauromaquia, ora deporte, ora rito (en ocasiones ambos a la vez), ora caza solitaria, ora espectáculo de una lucha, ora gratuito desafío del hombre al animal, ora sacrificio ofrecido por los hombres a los dioses. El punto común de todas las tauromaquias es que ellas denotan la fascinación y la admiración que ejercen, en todo tipo de culturas, el toro y su poder, sea real o simbólico. El toro se transforma en el único adversario que el hombre encuentra digno de él. Es el animal con el que se puede medir con orgullo y que por consiguiente lo afronta con la lealtad que se debe a un adversario a su medida. ¿Podríamos demostrar nuestro propio poder ante un adversario al que despreciásemos y maltratásemos? En todas las tauromaquias, al animal se le combate con respeto y no se le abate como a un bicho dañino, ni se le mata de cualquier manera como a una simple máquina de producción cárnica.

martes, 13 de abril de 2010

La Muerte del Toro ( Francis Wolff)


Cuando los argumentos giran alrededor del dolor del toro comienzan a agotarse, el detractor de la fiesta escoge el nervio central de la lidia: la muerte. Preguntan: ¿por qué matar al toro? ¿Tenemos derecho a hacerlo? ¿Es necesario? Esta protesta sincera contra la muerte del toro se formula de manera confusa. No se sabe bien lo que se condena: ¿el acto de matar a un animal? ¿El hecho de matarlo para algo diferente de comérselo (como si el toro no nos lo comiéramos, y como si comer fuera la finalidad más elevada y la más defendible)? ¿O el hecho de matarlo en público? Habitualmente es ese último punto el que genera el mayor malestar, en la imaginación de la gente. No el acto en sí, sino su publicidad. Estamos rozando lo irracional. Nos damos cuenta de que, tras la ``defensa del animal´´, se disimula un malestar ante la visibilidad de la muerte. ``¿Ni valdría más ocultarla?´´

Razón 11: ¿Tenemos derecho a matar animales?

El respeto absoluto de la vida humana es uno de los fundamentos de la civilización. No sucede lo mismo con la idea de respeto absoluto hacia la vida en general. De hecho sería contradictorio con la idea misma de vida: la vida se alimenta sin cesar dela vida. Un animal es un ser que alimenta de sustancias vivas, sean vegetales o animales. Proclamar por tanto que todos los seres vivos tienen derecho a la vida es un absurdo ya que, por definición, un animal sólo puede vivir en detrimento de lo viviente. Los animales se matan entre ellos para cubrir sus necesidades, y no exclusivamente nutritivas (contrariamente a lo que comúnmente se cree), a veces lo hacen por agresividad, por juego, o por instinto de caza (como en los casos del gato, del zorro, o de la orca)… De la misma forma, los hombres siempre han matado animales: bien, porque tenían la necesidad de hacerlo para deshacerse de bestias dañinas (portadoras de enfermedades o causantes de plagas), bien para satisfacer sus necesidades, nutritivas o de cualquier otro tipo: cuero, lana, etc.; bien, por razones culturales o simbólicas (sacrificios religiosos, demostraciones cinegéticas, juegos agonísticos). Pero lo propio del hombre, que le diferencia de `` los demás animales´´, es lo siguiente: cuando mata un animal respetado (y no una bestia dañina de la que tiene la obligación de deshacerse), el acto de darle muerte va generalmente acompañado (en las sociedades tradicionales o rurales) de un ritual festivo o de una ceremonia expiatoria. Hay una excepción a esta regla: la muerte mecanizada, estandarizada, e industrializada de los mataderos. Ésta es fría, silenciosa, ocultada y – por decirlo de alguna forma – vergonzosa, que es lo que caracteriza nuestras sociedades urbanas. La corrida de toros satisface al mismo tiempo las necesidades físicas (el toro es comestible) y simbólicas (las corridas de toros son un combate estilizado y una ceremonia sacrificada). Y, al contrario del matadero industrial, siempre van acompañadas de todas las marcas de respeto tradicional hacia el animal: ritual regulado precediendo el acto y recogido silencio en el momento de la muerte. La pregunta del ``derecho a matar´´ animales se plantea por tanto mucho más ene l caso del matadero industrial que en el de la muerte del toro en el ruedo.

viernes, 9 de abril de 2010

EL SUFRIMIENTO DEL TORO ( Francis Wolff)

Razón 9: ´´ ¡Pero el toro no quiere luchas!´´
A veces se contesta a los argumentos precedentes con tal sentencia: ``el hombre (torero) lucha si quiere, elige arriesgar su vida; el animal, por el contrario, no elige el combate sino que está condenado a la lucha y a la muerte´´. Responde: es cierto. ¡Pero es que los animales en general no ``eligen´´ conscientemente una u otra conducta! Es decir, no se marcan un objetivo en su mente al que intentarían llegar por tal o cual medio requerido. Muy al contrario, actúan de manera conforme a su naturaleza individual o a la de su especie. De esta forma, un toro que acomete, que ve en cualquier intruso un adversario que debe expulsar y que ataca a un hombre ``que no le ha hecho nada malo´´, no actúa por ``elección´´ o por ``voluntad´´ consciente y clara, sino que su comportamiento obedece a su naturaleza, a su carácter, a la ``bravura´´ que está en él. ¡ Sin lugar a dudas, el toro no quiere luchar, pero no es por que sea contrario a su naturaleza el luchar (¡bien al contrario!) sino porque lo que es contrario a su naturaleza es el querer!

Razón 10: ``Pero la lucha es desigual: el toro siempre muere´´
Ante esta aservación, respondo: la lidia es una lucha con armas iguales, la astucia contra la fuerza, como David contra Goliat. Es también una lucha con suertes desiguales puesto que ilustra la superioridad de la inteligencia humana sobre la fuerza bruta del toro. Pero, entonces, ¿qué pretenden? ¿Qué las posibilidades del hombre y el animal fuesen iguales, como en los juegos del circo? Pero, si muriera unas veces uno y otras veces otro ¿sería más justa la lidia? ¡En absoluto! Sería, en todo caso, más bárbara. La Corrida de toros no es una competición deportiva en la que el resultado habría de quedar imprevisible. Es una ceremonia en la que al final se conoce de antemano: el animal debe morir, el hombre no debe morir (aunque puede suceder, que un torero muera de manera accidental, y que un toro, de manera excepcional sea indultado por su bravura). Esta es la moral de la lidia. Pero que sea desigual no significa que sea desleal. Justamente, la demostración de la superioridad de las armas del hombre sobre las del animal sólo tiene sentido si dichas armas (el trapío, los pitones, la fuerza) son potentes y no han sido mermadas artificialmente. Esta s la ética taurómaca: una lucha desigual pero leal.

jueves, 8 de abril de 2010

50 razones para defender las corridas de Toros ( Francis Wolff)

EL SUFRIMIENTO DEL TORO
Razón 7: La adaptación fisiológica del toro a la lidia
El toro de lidia no es para nada un apacible rumiante. Es una muy especial variedad de bovino, lejano descendiente del uro, que vivió más o menos en estado salvaje hasta el siglo XVIII y que estaba dotado de un instinto de defensa de su territorio muy desarrollado, una forma de ¨fiereza¨ . El auge de las corridas de toros permitió la creación de grandes ganaderías en las que los toros eran y son criados en condiciones de libertad para preservar esa acometividad natural, a la cuál se le añadió un proceso selectivo en función de la aptitud de cada ejemplar para la lidia. Estas dos condiciones , la natural y la humana, crearon un animal original, una especie de atleta del ruedo, dotado de bravura, es decir, de una capacidad ofensiva para el ataque sistemático contra todo lo que pueda presentarse como una amenaza, y muy especialmente la intromisión en su territorio. Esta agresividad se observa desde el nacimiento: basta con ver un becerro recién nacido dando cornadas (imaginarias, claro) al hombre que se le acerca. Se manifiesta también entre los propios toros (las peleas por la jerarquía son frecuentes) e innegablemente contra el hombre, que no debe normalmente acercarse a ellos, sobre todo si están solos o aislados. Por eso no sorprende que los estudios de laboratorio del ya citado Juan Carlos Illera del Portal hayan demostrado que este animal, particularmente adaptado para la lidia, tenga reacciones hormonales únicas en el mundo animal ante el ¨dolor¨¨ (que le permiten anestesiarlo casi en el mismo momento que se produce), especialmente debido a la segregación de una gran cantidad de beta – endorfinas (opiáceo endógeno que es la hormona encargada de bloquear los receptores del dolor), sobre todo, cuando se produce en el transcurso e la lidia.
Otro descubrimiento que muestra la singularidad del toro de lidia en relación a las demás ¨razas¨ de bovinos es la talla del hipotálamo (parte del cerebro que sintetiza las neurohormonas que se encargan especialmente de la regulación de las funciones de estrés y la defensa) que es un 20% mayor que el de los demás bovinos - datos que es considerable. Todo esto no hace sino explicar las causas fisiológicas de un comportamiento que cualquier ganadero de toros de lidia o cualquier aficionado conoce (pero que ignoran todos los profanos) y que hace posible la lidia: el toro bravo, en lugar de sentir el ¨dolor¨ como un sufrimiento, lo siente como un estimulante para la lucha. Se transforma inmediatamente en una excitación agresiva.

Razón 8: Dolor y lidia
Ya hemos dicho (ver argumento 4) que, al contrario de los demás animales, el toro de lidia no reacciona a las heridas huyendo sino atacando. Es el único animal que, herido por los puyazos, vuelve a la carga para atacar al picador en lugar de huir de él (siendo la fuga la respuesta normal, naturalmente adaptada, al dolor). Sin embargo, esta reacción es perfectamente natural en un animal genéticamente predispuesto para el combate. Sabemos que en el ser humano sucede algo parecido. Miles de testimonios de soldados heridos lo confirman. Ellos explican no haber notado nada, o casi nada, de las graves heridas recibidas a causa del fragor del combate. Esto mismo les ocurre a algunos toreros cuando reciben una cornada, que comienzan a sufrir después de acabar la lidia. ¡ Cuánto más verdad es en el caso de un animal fisiológicamente dotado y genéticamente seleccionado para la lidia, y que no deja de combatir, mientras le reste un hilo de vida!

martes, 6 de abril de 2010

Mano a mano entre Morante y el escritor Antonio Gala


Antonio Gala: "Tú correspondes al toro en una historia breve y amorosa"
Morante de la Puebla: "Cuando mejor se torea es cuando más se sufre"

Confía en él como futuro del toreo auténtico. Lo profetiza Antonio Gala, de 76 años, escritor, y Morante de la Puebla, de 28, se esfuerza por ser fiel al anuncio del autor de La pasión turca. Gala porta su bastón de Manolete y el maestro aparece con sombrero panamá, fumando un habano. Beben whisky con cola y vodka con limón en un hotel de Alhaurín el Grande (Málaga).
Jesús Ruiz Mantilla

EL PAÍS - 5-08-2006
Antonio Gala y Morante de la Puebla en Alhaurín el Grande, Málaga. (JULIÁN
ROJAS)

Antonio. Te cuento dos cosas sobre el toreo que me han marcado. Una vez,
Irene Papas me dijo que los occidentales veíamos la tragedia griega como un
espectáculo, cuando en realidad es un ceremonial, un rito. En los toros sucede
igual. Otra, que una vez le pregunté a Manolete qué era lo más difícil de torear, y me respondió: "Lo más difícil no es que el traje pese, que sean las cinco y haga calor, que el público chille y no sepas por qué, no son las embestidas. Lo más difícil es que, además de todo eso, hay que estar bonito". Tú dime: ¿Por qué eres torero?

Morante. Yo de siempre he querido ser torero. Es como un instinto.

Antonio. Claro. Está muy bien dicho eso de instinto. No una vocación, un instinto.

Morante. Un instinto oculto, como animal. Uno es torero y ya está. Y no por ponerte delante de un toro lo eres. No todos los que se colocan delante de un
toro tienen ese instinto.

Antonio. ¿Qué diferencia hay entre los toreros profesionales y los artistas?

Morante. Profesionales somos todos. El artista es bohemio y tiene cosas de
locura, quizás.

Antonio. ¿Hablas de ti?

Morante. No, no. No me gustaría hablar de mí en ese aspecto. El profesional es ese que no quiere dejar malamente a nadie, voluntarioso... El artista es aquel capaz de crear, el que guardas en la retina y lo saboreas, otra cosa.

Antonio. Sabes que la gente hace siempre esa distinción.

Morante. Sííí. Ya. "Es muy buen torero". Cuando dicen eso, malo. Es muy buen torero. Los toreros son toreros, ni buenos, ni malos. Quien sabe percibirlo es una atracción. Muchas veces un toro te excita. El toro que tiene una embestida buena, huy. Muchas veces, hoy, salen toreros que quieren hacer las cosas bien, muy perfectas, pero ése no es el camino.

Antonio. Hablas de manera muy especial porque tú no sólo eres torero por instinto, es que tú toreas con instinto. Tú correspondes al toro en una especie de historia de amor, breve y amorosa.

Morante. Cuando yo estuve tan mal, me ponía delante del toro y le transmitía
todas mis penas. Es una especie de dios toro al que le dices: "Ahí va eso, ayúdame". Y creo que cuando mejor se torea es cuando más se sufre. Cuando
pasas miedo y hay algo que no comprendes.

Antonio. Yo te he visto siempre a ti al nivel del toro, en un diálogo establecido. Siempre me ha sorprendido esa soledad pasmosa entre el torero y el toro, esa noche de bodas. Unos dicen que no existe la marca España, y yo creo que sí, que hay dos; una, el flamenco, y otra, los toros. A mí me llevaban a los toros desde chiquito mi padre y Machaco, Machaquito, así que tengo los toros en la masa de la sangre, aunque hay 13 sociedades protectoras de animales que se llaman Antonio Gala.

Morante. ¡Qué más da! Si yo soy de los que más quieren al toro... Pero da lo mismo. El toro, quien no lo sienta, no lo puede comprender. ¿Qué les digo?

Antonio. Nada. Oye, aparte de torear, ¿tú que haces?

Morante. Me gusta mucho jugar al fútbol. También me gusta no hacer nada.

Antonio. ¿Ni leer?

Morante. Leer sí me gusta, pero por la noche, para coger el sueño.

Antonio. ¡Serás cabrón! ¿Te acuerdas de esa época en la que existían los toreros de relumbrón, que se juntaban con artistas, escritores, pintores? ¿Tú te reúnes con ese tipo de gente? Porque eres un torero muy atractivo para eso.

Morante. Yo estoy muy a gusto aquí, contigo. Pero no voy buscando eso. Pero tengo una preguntita. Más que el torero buscar al poeta ha sido al revés. Hoy está mal visto hablar de toros. ¿Los toreros de hoy son menos románticos o los escritores de hoy tienen temor a hablar de eso? Falta un poco de valor para hablar de toros.

Antonio. El toreo es un fenómeno singular en sí mismo. Hay una cosa sexual. La palabra excitación la dices mucho. Es una ceremonia tan rara, un señor que se viste para matar con elegancia y llevar la muerte en brazos al toro. ¿Quién crees que es el protagonista, el toro o el torero?

Morante. Los dos. Es una comunión, y cuando no sale, me siento ridículo. Cuando un toro no te ofrece eso, me siento ridículo y te ganas una bronca. Pero no tiene sentido. Hay que matarlo y ya está. Y si te pegan una bronca, uno se siente torero. Yo quería preguntarte de tu niñez, cuando ibas con tu padre a los toros.

Antonio. Yo aprendí a callar en los toros, a respetar y a callar. El ruido me molesta tanto, forma parte de un espectáculo que se aprueba y desaprueba a destiempo, hay que respetar lo que se está haciendo abajo.

Morante. En Cataluña no dejan entrar a los niños a la plaza. ¿En algo negativo te influyó a ti el toreo?

Antonio. No, no. Todo lo contrario. Yo llevo el toreo dentro de mí. Es la creación de la belleza. Eso hoy el público no lo conoce y no lo aprecia. Como la lentitud, puede ser un fenómeno estético como un cuadro de Picasso o Velázquez, y efímero, además.

Morante. Lo que se hace rápido no dura. Las cosas grandes de la vida se han
hecho despacio. Y es difícil que te enseñen eso. Pasa como con las toreras. A mí no me gustan porque lo hacen como si fueran hombres. No he visto una torera femenina, y el toreo tiene que ser una expresión propia.

Antonio. Las enseñan a ser toreros. Pero es que el torero, en la pareja final, es
la hembra, es la mujer. El que conduce, seduce, embebe.

Morante. Totalmente.

lunes, 5 de abril de 2010

50 razones para defender las corridas de Toros - El sufrimiento del Toro ( Francis Wolff)


Sin embargo – dirán los escépticos - sigue quedando claro que el toro sufre durante la lidia y por tanto, ¡es insoportable! No sabemos demasiadas cosas sobre el dolor animal, que sin duda existe, hecho que no implica que podamos compararlo con el sufrimiento humano, ya que el animal es instantáneo y no va acompañado de la conciencia reflexiva que aumenta el desamparo. Tampoco podemos olvidar que, en el mundo animal, el dolor tiene esencialmente un valor positivo y un sentido utilitario: poner en marcha la reacción adaptada, que consiste generalmente en evitarlo o rehuirlo. ¿Qué es lo que podemos saber des sufrimiento del toro durante la lidia? A continuación algunas razones.

Razón 6: El estrés del toro
Para un hombre del siglo XXI, el dolor es el peor de todos los males pues le deja completamente impotente. Para ciertos animales, algunos males son peor que el dolor, por ejemplo, el estrés que experimentan cuando se encuentran en una situación insoportable o un entorno inadaptado a su organismo. Los estudios experimentales del profesor Illera del portal, Director del Departamento de Fisiología Animal de la facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, han demostrado (a través de la medida de la cantidad de cortisol producida por el organismo) que el toro de lidia sufre más estrés durante su transporte o en el momento de salir al ruedo que en el transcurso de la lidia; y que incluso el estrés disminuye en el curso de la pelea. Es lo que ya sabían- a su manera- los ganaderos y o que confirma el simple sentido común. Para un animal como el toro de lidia, habituado a vivir en libertad en grandes espacios y responder a las amenazas de su territorio con el ataque sistemático, la contención es mucho más difícil de soportar que la lucha. En el ruedo, el toro reencuentra su familiar propensión a la defensa del territorio en contra del intruso.