50 razones de Francis Wolff:
Muchos adversarios de la tauromaquia (e incluso algunos aficionados) están persuadidos de que, como la fiesta de los toros es ``arcaica´´ (argumento 29), tiende inevitablemente a desaparecer, condenada por la historia. (Pero si los antitaurinos están tan persuadidos que desaparecerá por sí misma ¿Por qué se empeñan en prohibirla?). Sin embargo, la historia nunca está escrita y siempre reserva sorpresas. En el pasado, las corridas de toros ya estuvieron varias veces prohibidas, y por razones morales mucho más potentes que las esgrimidas en la actualidad. Se trataba por ejemplo del respeto que todo creyente debe a su vida, o del cuidado que debe dedicar a su propia salud en lugar de a fútiles divertimentos, demasiado aduladores de la vanidad humana. Se censuraba también la perversidad de los espectáculos en general, la promiscuidad de los sexos en los tendidos de las plazas, y otras cosas mucho más enérgicamente reprobadas por la moral pública de la época que los supuestos maltratos a los animales de hoy en día. ¿Se sabe – por ejemplo- que las corridas de toros fueron prohibidas en 1804 en España por e rey Carlos IV , y que fueron restablecidas en 1808 por el ``ocupante francés´´ Joseph Bonaparte? Desde hace siglos, la fiesta de los toros se ha adaptado a todos los cambio de regímenes, de ideologías, de costumbres y de sensibilidades.
Tiene aún pode delante un prometedor futuro, aunque no fuera nada más que por dos razones, extremadamente tranquilizadoras: primero, cuando está amenazada en una región, se fortalece en otra (en Francia por ejemplo, la afición es cada vez más numerosa y educada, ver argumento 29); segundo, hoy es cada vez más atacada desde el exterior (y lo seguirá siendo por la fuerza de la globalización), pero se comporta muy bien en el interior, lo que hace que viva un de los períodos más brillantes de su historia reciente.
Tomemos por ejemplo: en los años 70 se declaraba que el flamenco estaba moribundo, y debería ser tirado a las papeleras de la historia, al cajón del olvido de un folclore caduco, por su compromiso con el ``fascismo´´, condenado al desuso o a la aniquilación por la música pop, las diversas fusiones y todo lo que aún no se llamaba ``globalización´´. Le pasaba lo mismo al fado, en Portugal, ya lo hemos explicado (argumento 30). Entonces, llegó una nueva generación de cantaores, sinceros y capaces, que quisieron reencontrar las raíces puras de su arte y el flamenco conoció un fenómeno de revival y vivió una de las más bellas páginas de su historia.
Volvamos a la fiesta de los toros. Se declaró en los años 60 que las corridas de toros no sobrevivirían la victoria sobre la miseria y que habría que ser un muerto de hambre para retirarse entre los pitones de un toro. Las predicciones históricas eran falsas. Las generaciones de toreros de las tres décadas siguientes fueron en general de una buena condición socioeconómica y cultural y estaban animados sólo por la pasión taurina. Ésta no muere fácilmente. Hoy, que vivimos en sociedades cada vez más obsesionadas con la seguridad, se ven más que nunca toreros que practican un arte audaz y arriesgado. ¡Otra vez más llevando la contraria a la supuesta lógica de la historia!
De igual manera, al final de los 70, se creía la feria de Bilbao moribunda, bajo los golpes de un nacionalismo que (y se decía que era ineluctable) iba a dar la espalda a la tradición ``taurina´´, juzgada envejecida y reaccionaria. Esta feria está hoy por hoy más viva, y vasca, que nunca. Entonces, si hubiera que hacer alguna predicción, ¿no podríamos pensar que lo que es transitorio, pasajero y más efímero que la moda del sushi, es la ola ``animalista´´, que seguramente no ha llegado aún a su apogeo, pero que quizá está destinada a desaparecer tan rápidamente como ha aparecido, cuando otros valores perfectamente humanos, tomen la delantera? Tenemos algunos signos en ese sentido, por ejemplo, el cansancio de las poblaciones ante algunas campañas prohibicionistas o higienistas, o la reivindicación cada vez más reafirma a favor de la diversidad cultural.
Un último ejemplo de los curiosos giros de la historia. En mitad del siglo XIX fueron las sociedades protectoras de animales las que lanzaron grandes campañas a favor de la hipofagia. Estimaban que, reconduciendo la mirada de los cocheros y otros usuarios de caballos de tiro hacia el interés económico que podrían obtener de sus viejos jamelgos usados, se verían obligados a tratarlos mejor para sacar partido de la venta de su carne. ¡Hoy esas mismas sociedades luchan por la prohibición de la hipofagia por que sería indigno para un animal ser comido porque (o cuando) ya no trabaja! (Es de temer que la especie caballar no salga de ésta).
¿Sería demasiado esperar, para el toro bravo, un giro parecido por parte de los movimientos animalistas? Entregados hoy a prohibir las corridas de toros en nombre del bienestar animal ¿no podríamos esperar que una mejor comprehensión hacia el interés animal y en particular hacia el delos toros de lidia les haga luchar a favor del desarrollo de la tauromaquia, para preservar la supervivencia de esa ``raza´´ y el bienestar de los individuos que se benefician de esas condiciones de cría?
Siempre podemos soñar………
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario