
que fue de la Habana a la Monumental en un viaje Belmontino
y lo miro todo con ojos de ilusión y amistad.
Además de los besos, me diste el título de esta crónica: dos vasos de agua helada frente al mar sobre un mantel blanco se guardaban del calor, en el límite mismo de la sombra. El mantel bailado con dulzura, como acariciado por la brisa caprichosa del mar, esa misma caricia de muleta que nace de los dedos de Tomás. Esta historia surgió en el corazón del invierno blanco y nebuloso, en la espesura del teléfono y en la concordia de las almas buenas del cielo que navegan a mar abierto también por internet y que nos llevan de la mano camino de Barna y de la campa verde de la amistad. La historia se hinchó como un globo rojo y se hizo literatura al cruzar el mar. Y se ensanchó. Y nos encontramos también al lado del mar después de que la misma ilusión de Joselito L.C. Niño de la Puerta del Sol, quisiera emprender un viaje de La Habana a la Monumental. Como un cuento de Vázquez Montalbán. Esto ocurrió por esa idea tan Ortegiana: somos herederos, más que meros descendientes. Herederos del sueño y del olé.
Reposa José Tomás en el límite de la sombra, en esa frontera que tiene la espesura de la seda. Detrás de esta sombra terca por los arrabales anovillados de España, seguido de peregrinos, creyentes y profetas e ilusionistas, estaría la luz del sol en su alamar. Un reino donde llevar el sol de Madrid a Sevilla, de Bilbao a México y de México a la verdadera leyenda. Ese viejo mundo en el que no quiere reinar Tomás. En esto, el domingo 5 de Julio de resurrección pagana de la emoción, fue el homenaje a este Camarón nuestro y así, sentado en una silla en mitad del ruedo, palmeando, la sangre en las palmas de las manos, se escucharon los olés bajando como torrentes de emoción por todas las laderas de Monjuit. Barcelona es hoy el nuevo Santiago torero, la Monumental su plaza del obradoiro, y nosotros, peregrinos en busca del sueño que nos falta.
En aquel peregrinar pensé que la soledad del torero que se enfrenta a 6 toros, tiene esa misma soledad escultural del Jesús de Nazaret que se abraza a la columna en la Portada de la Pasión de La sagrada familia. Soledad más densa que ninguna, oscuridad como filo de puñal de habitación de hotel, una silla y un vestido, seis miradas a la puerta de chiqueros, doce astas al viento, como molinos quijotescos de pesadilla y duda. Debe ser ese trance un episodio sin mentiras, ni banderilleros hiperbólicos: esta vez te han tocado los seis. Y esa misma Portada de la Pasión, entre cientos de letras brilla el oro de una frase que dice: dónde está la verdad, cúal es su camino (?). Cuál es la verdad del toro (?), de los seis de ayer y de los de todos los días. La alquimia de la casta, el jarabe de la raza. El olvido de la suerte de picar, estos analistas orondos y enfermeros.
No fue la tarde materia de mitología griega, aunque este Telémaco tenga carne, cintura y poética de Homero. Hubo emoción y momentos emotivos. Tronó cuando apareció José Tomás, verde lorquiano, verde que te quiero verde, verde oliva, verde mar. Se oyó como crujía el torero, su cuerpo, en el mismo redondel por donde se divide España, y nosotros que vivimos en ese verso Machadiano y sin bandera, nos emocionamos porque siguiendo con el verso una de los dos Españas debe helarte el corazón. Y me lo heló Tomás en ese paseo desmonterado, agradecido y rendido a este peregrinar de hombres descalzos que no buscan bandera.
Acabamos la tarde en la misma boca de riego, pisando el ruedo con perfume de olor a toro aunque esta vez no se haya vengado el forofo tomista del bochorno del verano como en el verso de Sabina y con la pena de que este torero tenga sombras y dobleces caprichosas en el mapa de España. Otra vez la sombra y las dos Españas. Una muesca más en el pomo del revolver de la memoria, la vista puesta en la siguiente estación, porque nosotros queremos vivir en las plazas de toros, alimentarnos de la poética del tendido, tomar la electricidad del relámpago rojo de la muleta. Esa luz nuestra de alamar y lentejuela que bebemos. El viaje constante al parnaso.