jueves, 3 de abril de 2008

Los de arte y los demás/ Nochetriste




Por Nochetriste

El mundo de los toros debe ser de los más duros que pueblan nuestra tierra. Y es aún más duro para los de arte. Los otros por último echan rodilla en tierra, hacen que el majestuoso coree uys en lugar de olés.

Fue José Tomás quien puso esto así, el maestro del Uy. Ahora todos quieren uys y los olés se quedaron bien guardados en casa. Este de Galapagar se pone donde los otros ponían los trastos de torear. Sus gaoneras son ceñidísimas, reñidísimas con la gravedad y sin duda con la estética. Pero todas atraen uys que levantan a los aficionados, muchos, o casi todos ellos, buenos aficionados. Se las pega a todos los toros y con un puñado de naturales, otra vez ceñidísimos y remates sin enmendar, más ceñidísimos aún, corta ceñidísimas orejas, de esas que miden setenta centímetros pues nacen de los ojos del animal muerto, de tan merecidas que son.

Los de arte necesitan el son del toro, el ritmo de la embestida, la bravura entendida en recorrido, humillación, fijeza. Todas ellas juntas pero además que vayan de la mano del estilo, del antojo del artista, acaso hasta del humor del día del creador. Eso han sido los toreros de arte, aquellos que no pueden pintar cuando hay una construcción en el edificio de al lado; músicos que no dan un concierto si su melodía no termina de salir; escultores que no entienden la armonía de las formas en excéntricos vértices.

Los unos son artistas excelsos, los otros albañiles que hacen buena letra. Pero hoy hasta eso ha cambiado. Los de arte salen, no la ven clara -como lo han hecho el puñado de toreros del arte que han existido en la historia- y en el momento que vive el toreo, hasta deben pegar un rodillazo, mejor si el de salida, mejor en la puerta de toriles. No olvido los de Morante en Sevilla en el 2007, o Manzanares padre en Quito en su despedida.

Las cosas están para que hasta los de arte se dejen tragos de traición. Mi consuelo es que el arte no puede colmar las estanterías de la historia, para que este exista la vulgaridad debe tener su lugar. No en vano Manuel Benítez brindaba circo mientras abonaba el camino para la entrada del cante de Curro y Paula.

En el mundo que nos tocó vivir es posible que toreros tan malos como el Fandi – extraordinario banderillero e hiriente muletero- triunfe al lado de toreros opacados, toreros de enorme clase que no suenan más, como Juan Diego, Manolo Sánchez o ese que ya se fue, despechado del maltrato: Fernando Cepeda. Existe y hasta triunfa Serafín Marín –escupitajo a la estética-; se consagró y se retiró rico Dávila Miura como ¡torero de Sevilla¡ -es para morir si lo ponemos al lado de Joselito el Gallo, Pepe Luís Vázquez, Curro o Morante- y hoy aparece como promesa Talavante- copia de Tomás, a momentos más inteligente, pero copia, mala copia, xeroxcopia-.

Los otros, los que pueden terminar por irse del despecho, de la desidia, del abandono: Juan Diego, en plena edad para dejarnos un puñado de verónicas que no se le olviden a la historia del toreo; Manolo Sánchez, de los de clase que se derraman, que organiza corridas de toros, no para hacer dinero, sino para verse en el vestido de luces, para que los que lo vean se arrepientan del mundo del toro que nos tocó vivir; o Cepeda que enseña a torear a un Perera que les puede a los toros, pero que por talla y estética en el trazo del toreo que lleva dentro, debería ser delantero del Badajoz, mientras el mismo Fernando levantaba a Sevilla con su aroma al solo caminar.
Aún así, cuando ya no había esperanza, vuelve le arte.

Morante sigue vivo, loco, loco de atar, pero vivito y toreando. Bordando el torero cuando le da la gana y paseando una burra con sombrero de copa del aburrimiento de competencia que tiene.

Y Manzanares hijo que emulando la clase de Ordóñez y sacando la sangre de cada una de las letras de su apellido nos deja claro que el futuro es nuestro.Mientras más se toree, mientras más intenten evolucionar esto, se darán cuenta que es lo estético lo que evoluciona, nunca lo técnico.
El toreo es un arte no una ciencia, para eso ya hay premios noveles, y no me imagino a esos viejos metidos en mandiles pegando una media que merezca la pena.

También nos queda el Paula. De él nadie puede olvidarse. Por ahí, decide cumplir su palabra, olvidarse y hacer que los años olviden sus rodillas y ponerse nuevamente frente un toro. Ya ni me importa que no los mate, que casi ni los toree, si es capaz de una sola media. Con ella les taparíamos la boca a todos los insulsos que creen que esto es de técnica. Él mismo decía que el arte es al toreo lo que la técnica a los reparadores de refrigeradores.

Yo me apunto al cante y al toreo, dejo el ruido y las lavadoras para otros.

1 comentario:

Luciano Nuevo dijo...

En mi infancia me enganchó a los toros Manuel Benítez "El Cordobés". Con el tiempo y las vivencias, terminé siendo seguidor de Rafael De Paula y Curro Romero. Uno prueba y prueba jamón, hasta que encuentra un "pata negra" y ya no quiere o no puede volver atrás. No es necesario tapar la boca a nadie, solo disfrutar. Y los que mucho han visto y asimilado, tienen más mermada la capacidad de asombro ante el peligro, ante la superación de las dificultades, pero es mayor su sensibilidad. El riesgo, el valor, la técnica, los recursos..., en mayor o menor medida, son patrimonio de todos los toreros, porque sin ellos no podrian ponerse delante de un toro. Pero la estética, la belleza, la parsimonia, la cadencia, el aroma, el pellizco, el arte, ¡con cuentagotas!. Por eso lo disfrutamos tanto los que hemos visto de todo, porque ¡se ve tan pocas tardes...!.