viernes, 25 de enero de 2008

La Fiesta Brava: pasión, tradición, fuente de vida/ María de Toral

María de Lourdes Zaldumbide de Toral
C.I. 1704986668


Ecuador, tal como lo conocemos hoy en día es el producto de la fusión de dos mundos, dos razas; la indígena y la hispánica. Como raza indígena, debe comprenderse la mezcla de los pueblos autóctonos de lo que hoy llamamos Ecuador y sus conquistadores, los Incas.

Durante siglos estas razas se han fundido y hoy forman una raza distinta, en la que sería absurdo, por no decir ridículo; tratar de eliminar lo que ha aportado cada una, con el correr de los tiempos. Ecuador es un país formado por tradiciones, costumbres y creencias que, habiendo tenido orígenes diversos, han llegado a ser una sola cosa, un solo ente.

Nadie puede ser tan iluso como para pretender no tener un ápice de sangre indígena o por el contrario, de sangre hispánica; todos tenemos ambas sangres corriendo por nuestras venas y, a estas alturas de la vida; para nada importa ya en qué forma se llegó a la fusión, el hecho palpable, innegable y cierto es que ocurrió, y que somos lo que somos.

Ambas culturas han aportado a lo que hoy somos, ambas culturas han influenciado en los criterios, las creencias y las tradiciones con las que vivimos y seguiremos viviendo, a menos; claro está; que decidamos perder la poca identidad que aún nos queda y volvernos unos seres, sin más raíz que la de haber nacido.

Desde el inicio mismo de la colonia, el toro de lidia pasó a formar parte de nuestro entorno natural. Se dice que lo trajeron las comunidades religiosas para que, por su fiereza; fueran los custodios naturales de los inmensos latifundios que poseían y que, eran incapaces de cuidar en su totalidad.

La fiesta taurina, "el correr toros" como se decía en tiempos pasados, ha estado presente desde los albores de lo que hoy es nuestro país.
Es una tradición que se funde en los inicios de la colonia y que, desde entonces, se ha mantenido en el Ecuador como una pasión de muchos, como un arte que se acopló al país, como se acoplaron: el idioma castellano, la vestimenta, las costumbres y hasta la mismísima Religión Católica.

Proscribir la fiesta de los toros sería un atentado a una tradición centenaria, sería borrar de un plumazo cientos de años de festejos populares en los que, "el toro de pueblo" y las corridas de toros, han sido eje central de las celebraciones.

Si se quiere defender ese majestuoso animal que llamamos toro de lidia, la fiesta de los toros; lejos de proscribirse debe difundirse y extenderse. Solo las corridas de toros mantienen vivo ese animal único.

Los ecologistas, los protectores de los animales y demás sectores involucrados en el absurdo, ilógico e insensible intento de eliminar de las corridas de toros, están errados si piensan que, abolidas las corridas, ese animal seguirá reinando en los páramos de nuestro país. La crianza del toro bravo es un proceso caro, paciencioso, meticuloso y poco remunerado que, solo tiene sentido si es para tener el orgullo de ver un animal propio, triunfar en un ruedo taurino.

Si realmente lo que quieren es preservar ese majestuoso animal para el futuro, deberían ser los más grandes impulsadores de la fiesta brava, deberían darse el tiempo de leer, ver y aprender lo que es la fiesta taurina para que así, defiendan efectivamente al toro, salvándolo de la extinción.


Si se pone como argumento que la fiesta brava es una fiesta que no tienen orígenes netamente ecuatorianos, pues; el asunto se complica más aún, porque: ¿quién puede saber cuales eran las fiestas netamente ecuatorianas, antes de las sucesivas invasiones incásica e hispánica?

Y, si ninguno de estos argumentos tiene el peso como para poner a razonar a quienes pretenden abolir la fiesta en el país, es de esperar que el impacto económico que su suspensión causaría, logre traer un poco de cordura.

Alrededor de la fiesta se mueven muchísimos factores económicos. Pongamos en primer lugar las ganaderías y pensemos, ¿cuántos empleados de fincas ganaderas se quedarían sin su trabajo?, y planteemos también el costo de tierras que; pasarían a estar improductivas cuando, al momento producen.

Las empresas taurinas dejarían de existir y por ende, se dejaría de percibir los importantes ingresos generados por los impuestos de los espectáculos taurinos. No debe ser difícil preguntar al sector hotelero, por ejemplo de Quito; ¿cuánto significa para ellos la feria de Diciembre?, lo mismo se aplica a quienes venden licores, comidas rápidas y demás artículos de consumo masivo.

¿Cuántos monosabios, subalternos, picadores, novilleros y toreros dejarían de recibir los emolumentos que les produce cada corrida de toros?.
A todos ellos deberemos sumar el personal de taquillas, los empleados que reciben las entradas en las puertas de las plazas y los "revendedores" que son, sin duda un gremio importante que, con mucha seguridad hace acopio de dinero para el resto del año; con la reventa a precios indiscriminados de las entradas a los toros.

Como se ve son muchos y muy variados los aspectos que abogan porque no se toque la fiesta en el Ecuador.

Para los taurinos, sin duda el más importante es el de mantener vivo un arte que ha existido por milenios. Para las empresas y todo el personal que se mueve alrededor de las corridas de toros; por las ganancias que dejarán de tener; para los ganaderos perder su apasionada fuente de trabajo y, al perderla ellos; dejar sin empleo a todos aquellos campesinos que viven del toro.

Para los toreros de todos los escalafones, significará comenzar de cero una vida nueva para la que, en muchísimos de los casos; no tienen preparación alguna.

Y, ante todo y por sobre todo; abolir la fiesta brava en el Ecuador significará condenar a la extinción, al menos en nuestro país; a uno de los animales más hermosos y soberbios de la creación.

Insistimos, si se pretende defender al toro de lidia, los "verdes", ecologistas, defensores de los animales y demás mentes mareadas, deberían ser los más grandes impulsadores de un arte que, por lo que se ve; es demasiado sublime para que puedan entenderla sus prosaicas mentes.

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