Por: Fernando Barrera/ mundotoro.com
La tarde parecía que terminaría fría y gris como el propio clima y aunque hubo algunos rayos de sol con la actuación de Sergio Flores, al final Juan Francisco Almeida logró que para sí se abriera el cielo al cortar una oreja.Había expectación por ser un cartel de auténticos triunfadores, que se reflejó en una sustanciosa entrada, pero también existía cierto morbo por saber si el ecuatoriano tendría todo a favor para repetir color después de una actuación histórica y aunque sin la espectacularidad de aquel triunfo sí lo consiguió con rotundidad.Y lo hizo con una faena que aún con ciertas imperfecciones técnicas tuvo hondura, emotividad y sobre todo transmisión. Le tocó en suerte un novillo bravo, emotivo y pronto a los engaños, pero nada fácil, pues había que aguantarlo mucho al último tiempo del muletazo.
Almeida posee una extraña conexión con la gente y proyecta de inmediato lo que hace, pero además con una verdad casi inconciente, no porque desconozca lo que hace, sino porque en cada muletazo se rompe, que parece que se olvida de todo.
La gente quería verle triunfar, Juan Francisco sabía que tenía que hacerlo; se tiró a matar con su habitual determinación, como dijo alguien en el callejón “es uno de los que se gusta tirar arriba” y así lo hizo. Una oreja de ley y el bien ganado trofeo "Manuel Capetillo" que estaba en disputa.
Con su primero, quizá salió presionado porque la gente lo esperaba, estuvo un tanto errático con un novillo de buen estilo, pero con bravura seca, nada fácil para un novillero que aunque en su presentación cortó dos orejas e indultó un novillo, aún está poco toreado. Por momentos afloraron sus buenas maneras, pero a la distancia, parecía que como en términos boxísticos, le faltara esquina para resolver un crucigrama. Incluso, el público mostró un inusual y respetuoso silencio, signo inequívoco que lo de la semana pasada caló hondo.
Sergio Flores demostró que quiere ser figura. Con su primero se la jugó de verdad ante un bravo novillo que metía con fuerza el morro en cada muletazo y en cuanto podía buscaba al torero, hasta que en un testerazo que pasó casi desapercibido se llevó una cornada en la espinilla izquierda.
Almeida posee una extraña conexión con la gente y proyecta de inmediato lo que hace, pero además con una verdad casi inconciente, no porque desconozca lo que hace, sino porque en cada muletazo se rompe, que parece que se olvida de todo.
La gente quería verle triunfar, Juan Francisco sabía que tenía que hacerlo; se tiró a matar con su habitual determinación, como dijo alguien en el callejón “es uno de los que se gusta tirar arriba” y así lo hizo. Una oreja de ley y el bien ganado trofeo "Manuel Capetillo" que estaba en disputa.
Con su primero, quizá salió presionado porque la gente lo esperaba, estuvo un tanto errático con un novillo de buen estilo, pero con bravura seca, nada fácil para un novillero que aunque en su presentación cortó dos orejas e indultó un novillo, aún está poco toreado. Por momentos afloraron sus buenas maneras, pero a la distancia, parecía que como en términos boxísticos, le faltara esquina para resolver un crucigrama. Incluso, el público mostró un inusual y respetuoso silencio, signo inequívoco que lo de la semana pasada caló hondo.
Sergio Flores demostró que quiere ser figura. Con su primero se la jugó de verdad ante un bravo novillo que metía con fuerza el morro en cada muletazo y en cuanto podía buscaba al torero, hasta que en un testerazo que pasó casi desapercibido se llevó una cornada en la espinilla izquierda.
Pese al cate, siguió en la línea, tirando desde delante hasta llevarlo muy toreado, con dimensión y estética, lo que la gente le aplaudió con fuerza. Pudo cortar una oreja, pero una mala pasado con los aceros se lo impidió. Camino a la enfermería, por su propio pie, fue ovacionado.
Y regresó. En un gesto de hombría y amor propio salió de la enfermería, infiltrado y así le plantó cara a un novillo, con bravura seca y listillo, con el que había que estar muy puesto para hacerlo pasar. Desde el capote mostró lo que el astado tenía por dentro, puso en jaque a las cuadrillas, presagiando un mal rato para el torero.
La música había callado toda la tarde, pero el gesto determinante de Flores al inicio de la faena no podía ser mejor acompañado que con “Novillero”, pues el tlaxcalteca salió a cumplir lo que Agustín Lara le compuso a Lorenzo Garza.
Aunque la faena tuvo importancia, el trasteo fue en declive, quizá la gente se aletargó y no fue recíproca con el esfuerzo de Sergio y tras una estocada de pocos efectos y un aviso, Flores se fue camino al sanatorio entre palmas.
Y regresó. En un gesto de hombría y amor propio salió de la enfermería, infiltrado y así le plantó cara a un novillo, con bravura seca y listillo, con el que había que estar muy puesto para hacerlo pasar. Desde el capote mostró lo que el astado tenía por dentro, puso en jaque a las cuadrillas, presagiando un mal rato para el torero.
La música había callado toda la tarde, pero el gesto determinante de Flores al inicio de la faena no podía ser mejor acompañado que con “Novillero”, pues el tlaxcalteca salió a cumplir lo que Agustín Lara le compuso a Lorenzo Garza.
Aunque la faena tuvo importancia, el trasteo fue en declive, quizá la gente se aletargó y no fue recíproca con el esfuerzo de Sergio y tras una estocada de pocos efectos y un aviso, Flores se fue camino al sanatorio entre palmas.
A Alfonso Mateos y Santiago Fausto el sol no salió para ellos. A Mateos le correspondió lo menos propicio del encierro, amén que la gente se metió duro con él y por momentos se le vio con ciertos apuros, incluso con su segundo un toro gordo, pero recogido de pitones no lo dejaron estar.
Por su parte, Fausto tuvo momentos buenos, con mucho sentido de la cadencia, buen gusto y detalles de clase, pero quizá su estética figura le incomoda a muchos en el tendido, restándole mérito a lo que el queretano hace.Así cerró un ciclo novilleril, con dos nombres forjados a base de buen quehacer, Sergio Flores y Juan Francisco Almeida.
Por su parte, Fausto tuvo momentos buenos, con mucho sentido de la cadencia, buen gusto y detalles de clase, pero quizá su estética figura le incomoda a muchos en el tendido, restándole mérito a lo que el queretano hace.Así cerró un ciclo novilleril, con dos nombres forjados a base de buen quehacer, Sergio Flores y Juan Francisco Almeida.
2 comentarios:
Este trofeo bien vale el arte y la entereza del Chente para torear. No solo porque pacientemente lucha sin poses, por ganarse un puesto palmo a palmo entre los grandes. No para lucirse en plazas ajenas, sino para escuchar de su gente, la quiteña, un "ole" bien dicho, un aplauso fuerte y apasionado, y advertir en los ojos de un buen aficionado una lágrima de complacencia y satisfacción.
Bien por nuestro Chente, que además de ser un buen torero, es un excelente hombre y amigo.
Olé por Juan Francisco Almeida! Es un gran torero y sin duda este triunfo se debe a todos los esfuerzos que ha tenido que hacer para superar algunas vicisitudes por tierras aztecas. Ojalá aquí, en su tierra, ese esfuerzo sea también valorado y pueda por fin demostrar que es un torero de grandes condiciones. Un saludo muy especial para él, que Dios lo bendiga y haya mucha suerte. Lo esperamos con ansias para el 5 de Diciembre en la Mejor Feria de América!!
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