miércoles, 31 de marzo de 2010

¡Quiero ser figura del toreo! Daniel Dávila Velástegui



Desde hace dos años, Daniel va todos los días a entrenar en la Escuela Taurina Jesús del Gran Poder. Nos cuenta que como todo torero, tiene tardes malas y otras con grandes triunfos.
Su última presentación fue hace 2 meses en Penipe, donde el ganado le favoreció y tuvo una gran tarde.
Para él, hablar de toros, es hablar de arte y pasión. Su sueño, es llegar pronto a ser figura del toreo.

50 razones para defender las corridas de Toros ( Francis Wolff)

Razón 4: ¡Si un toro fuera torturado huiría!

La lidia no pretende torturar a un animal indefenso, sino más bien al contrario consiste en hacer pelear a un animal naturalmente predispuesto para la lucha (de ahí el nombre de toro de lidia) Tenemos dos comprobaciones empíricas evidentes: si se le hiciera la prueba del puyazo a cualquier otro animal (un buey o un lobo), huiría inmediatamente, puesto que la fuga es la reacción inmediata de cualquier mamífero ante una agresión. Sin embargo, el toro de lidia, lejos de huir redobla sus acometidas. Segunda comprobación: cuando se le hace sufrir a un toro de lidia una verdadera ¨tortura¨ (por ejemplo, una descarga eléctrica como es el caso de algunas vallas electrificadas), se escapa y huye. Este comportamiento es justamente el contrario al de su reacción normal durante la pelea en el ruedo.

Razón 5: Hablar de tortura ¿no es confundir al hombre con el animal?

La tortura es una de las más abominables prácticas del mundo. Sea cual sea su finalidad, no puede ser nunca justificada. Llamar a cualquier cosa tortura, y especialmente hacerlo con las corridas de toros ¿no es más bien banalizar el uso de la palabra y así atenuar la condena sin remisión de esta innoble práctica? (y eso por no referirnos a todos aquellos que se rebajan a aludir al nazismo …. ¿no estaríamos cerca de una forma de negacionismo?). Queriendo agravar el supuesto maltrato del toro que pelea, recurriendo a una palabra destinada a impactar en la imaginación ¿no están corriendo el riesgo de hacer más benigna la verdadera tortura? Sería como decir que la insoportable e interminable tortura del potente prisionero político que se halla en el fondo de una celda, es lo mismo que la pelea de un animal bravo en el ruedo. ¿No constituye esto un auténtico insulto a todos los torturados del mundo?

lunes, 29 de marzo de 2010

50 razones para defender las corridas de Toros ( Francis Wolff)

Razón 3: Las corridas de toros no tendrían ningún sentido sin el riesgo de la muerte del torero
Torturar a un hombre, e incluso a un animal, no es únicamente hacerlo sobre un ser sin posibilidad de defenderse, es hacerlo con total tranquilidad y sin asumir el más mínimo riesgo. ¿Somos capaces de imaginar un torturador herido o matado por su torturado? Evidentemente, no. Entonces el sentido, la esencia y el valor de la corrida descansas sobre dos pilares: el primero es la lucha del toro que no debe morir sin haber podido expresar, de la mejor manera, sus facultades ofensivas o defensivas (argumento 2); el segundo pilar, simétrico del primero, es el compromiso del torero, el cual no puede afrontar a su adversario sin jugarse la vida. Ninguna corrida tendría interés sin ese permanente riesgo de muerte del torero. ¡De nuevo, esto es justamente lo contrario de la tortura!

viernes, 26 de marzo de 2010

50 razones para defender las corridas de Toros ( Francis Wolff)

Razón 2: Las corridas no tendrían ningún sentido sin la pelea del toro.
Torturar a un hombre, e incluso a un animal, es hacerlo sobre un ser con las manos y los pies atados, y, en cualquier caso, privado de las posibilidades de defenderse. Y eso, no solo no sucede en la lidia sino que además sería contrario a su sentido, su esencia y sus valores. La palabra corrida procede de correr: es el toro el que debe correr, atacar y por tanto pelear. Lo que interesa a los aficionados es, primero, y para muchos, sobre todo, la pelea del toro. Lo que da sentido a la lidia es la acometividad del animal, su peculiar manera de embestir, de atacar o defenderse, es decir su personalidad combativa. Sin la lucha del toro, su muerte y las diferentes suertes del toreo carecerían de valor. Si el toro fuera pasivo o estuviera desarmado, la lidia no tendría ningún sentido. De hecho, no sería una corrida sino una vulgar carnicería (y por lo tanto no habría razón hacer de ella un espectáculo). Por ejemplo, las reglas de la ejecución de la suerte de varas tienen como principio director que el toro acometa al picador y vuelva a hacerlo. Debe embestir una y otra vez sobre su adversario alejándose de su propio terreno natural, que es el lugar donde se siente más seguro por que nada le amenaza. Durante toda la suerte debe tener la posibilidad de escoger entre la huída o la pelea. Por decirlo de manera más directa, la ejecución de la suerte de varas tiene como principio que la herida del animal sea el efecto de su instinto combativo y la consecuencia de su propia pelea. ¡ esto es justamente lo contrario de la tortura!

miércoles, 24 de marzo de 2010

50 razones para defender las corridas de toros

por: Francis Wolff
Razón 1: Las corridas de toros no tienen como objetivo hacer sufrir a un animal.
La tortura tiene como objetivo hacer sufrir. Que las corridas de toros implique la muerte del toro y consecuentemente sus heridas forma parte innegablemente de su definición. Pero esto no significa que el sufrimiento del toro sea el objetivo – de hecho no más que la pesca con caña, la caza deportiva, el consumo de langosta, el sacrificio del cordero en la fiesta grande musulmana o en cualquier otro rito religioso.
Estas prácticas no tienen como objetivo hacer sufrir a un animal, aunque puedan tener ese efecto. Si se prohíbe todas las actividades humanas que pudieran tener como afecto el sufrimiento de un animal, habría que prohibir un importante número de ritos religiosos, de actividades de ocio, y hasta de prácticas gastronómicas, incluyendo el consumo normal del pescado y carne, que implica generalmente estrés dolor e incomodidad para las especies afectadas. Las corridas de toros no son más tortura que la pesca con caña. Se pescan los peces por desafío, diversión, pasión y para comérselos. Se torean los toros por desafío, pasión y para comérselos.

FERIA DE RIOBAMBA 2010

martes, 23 de marzo de 2010

El Toro Bravo desde el primer día


Texto: Luis Miguel Parrado
6 Toros 6 N. 817
Fotografía: O y T

Todos los que estamos acostumbrados a pisar el campo bravo un día sí y otro también hemos oído historias y sobre terneros bravos que acometen a las pocas horas, e incluso escasos minutos después de nacer. Y desde que hace unos años se instaurara la obligatoriedad de poner crotales identificativos a los becerros bravos, más de uno hemos presenciado cómo el berrinche de verse inmovilizado lo pagaba el recental emprendiéndola a topetazos con el vaquero, o incluso persiguiendo con saña al caballo en el que éste se montaba una vez puesto el antiestético artilugio en su oreja.

En esos ratos perdidos de campo me gustaría ver a ciertos ecologistas que en sus webs proclaman a quien les quiere hacer caso que el toro de lidia no es una especie única, si no una subraza sin singularidad propia, cuya agresividad sólo se debe a la mano del hombre. Es curioso, pero el mensaje de estos advenedizos va tornando poco a poco hacia ase argumento, tratando de restar importancia a este animal, comparándolo con cualquier raza bovina cárnica o lechera.
Sin embargo, estudios de personas tan importantes como el profesor Juan Carlos Illera han demostrado que en absoluto el toro de lidia es un animal vulgar. Suyo es el concluyente trabajo sobre la influencia de la serotonina y la testosterona en el toro bravo, que fue presentado en el VOO Symposium del Toro de Lidia celebrado en Zafra.

En el trabajo dejó claro cosas tan curiosas como que la serotonina, un poderoso neurotransmisor, se encuentra en idéntica proporción en un becerro recién nacido que en un cuatreño que ha alcanzado su plenitud. Esta hormona, que tradicionalmente se ha asociado a la agresividad en otras especies, como el gallo de pelea, y su combinación con la testosterona, que sí aumentando a lo largo de la vida del cuatreño, resulta ser determinante en la fiereza que pueda desarrollar un toro bravo, y está presente en él desde su nacimiento hasta el momento en que entrega su vida en una plaza.

jueves, 18 de marzo de 2010

LOS TOROS Y LA LIBERTAD


Por:Francisco Febres Cordero
Fotografñia: Alberto Suárez
No fue el mío un alejamiento drástico, como el que exige, por ejemplo, el cigarrillo. En determinado momento y por las más diversas circunstancias, uno toma la decisión y deja de fumar. No va más. Lo que sigue es sudor, tormento, desquiciamiento ante una decisión que resultó impostergable.

Con los toros no me ocurrió así. Mi distanciamiento fue despacioso y por etapas. Un día (que tenía que ser un día de diciembre, necesariamente) decidí no ir a la corrida. ¿Y la entrada? Las entradas nunca se pierden siempre hay alguien a mano que nos salva del trance y, encima, queda muy agradecido. No fui esa vez, pero si fui otra. Tal vez esa misma temporada o tal vez la del año siguiente. Llegué a la plaza unas veces y otras no llegué.

Pero lo cierto es que, cuando llegaba, me sentía cada vez más extraño, más incómodo, más fuera de sitio, para decirlo en términos taurinos. Me molestaban el ambiente, la gente, ese esnobismo que reina en las gradas, el humo de los puros que fuman los puristas, el jerez, el coño (no el coño de nadie en particular, sino el que pronuncian los que después de pronunciar cualquier palabra, pronuncian también ¡coño!).

Fui, pues, desentendiéndome de los toros. Me fui liberando y, como en todo proceso de liberación, hubo una sensación de libertad casi exultante. Pero también un sentimiento de dolor y de nostalgia. Hubo un choque de estados anímicos. A veces, encendía la tele y ¡tac! Pescaba, cerca de la medianoche Tendido Cero, y me quedaba viendo el programa, entendiendo quizá menos de lo que podía haber entendido antes de haberme cortado la coleta de aficionado. Ahora, ya no sabía quién era tal o cual torero pero, al ver cómo toreaba, me emocionaba o me cabreaba. O si no, de pronto, abría un libro y. Bueno, así le otra biografía de Manolete y regresé a la infancia e hice el paseíllo junto a mi hermano Rafael en el patio de nuestra casa de la Floresta y dejé que él, mi hermano, fuera Manolete y yo Islero, a mucha deshonra.

La última vez que me invitaron a ver una corrida, dije que no. Que gracias, pero no. Y después, cuando me invitaron a este mismo restaurante para almorzar, luego de la corrida a la que dije que no, dije que peor; en la Casa de Damián –imaginé- se almorzará con las zetas y ya no estoy en edad de soportar aquello, ¡joder, masho!.

Así pues, he llegado a esta provecta edad en que la salud (mental y física) me ha obligado a romper con dos pasiones que en determinado momento me marcaron: el cigarrillo y los toros. Del cigarrillo, confieso que en alguna noche de trasnoche, he dado algunas pitadas. He pecado, para al día siguiente mostrar mi contrición y, sobre todo, mi propósito de enmienda. Y de los toros, reconozco que a veces, cuando nadie me ve, en oscuras y en solitario, ensayo una verónica. O entro al Internet y pongo en el Google Manolete. A veces, Manolete. Otras, Dominguín. Otras, Paco Camino.

Pero sé, soy consciente que los toros, como los cigarrillos, están ahí. Y yo puedo volver a fumar cuando me dé la gana, así como creo tener el derecho de poder volver a los toros cuando me dé la gana. Lo que no soporto, lo que no puedo imaginar sin estar al borde de la alferecía es que alguien, cualquiera que sea, me prive de la posibilidad de regresar a la plaza algún día, si es que, ¡qué carajo!, me despierto con las ganas de hacerlo y siento que la sangre se me espesa de tensión, de nervios.

No voy porque no quiero. Igual que no fumo, porque no me da la gana. Pero si alguien proscribiera la venta de tabaco, yo me fabricaría a escondidas los míos y, aunque hubiera dicho que no iba a volver a fumar jamás, fumaría con las pitadas más hondas, más profundas, un cigarrillo tras otro, aunque solo fuera por hacer un ejercicio de libertad. Si alguien proscribiera los toros, viajaría de madrugada a algún páramo y citaría a la muerte en una pelea que la sé perdida de antemano, por el solo prurito de ejercer mi libertad a sentir miedo y sentir arte y sentir bravura y sentir –también sentir- el regusto de la gloria.

¡Que no se atrevan! ¡Que no se atrevan esos Torquemadas que nos tratan de meter a todos en la cárcel de lo políticamente correcto, a decir que se cierran las plazas que existen en casi todos los pueblos y ciudades del país y que los toros quedan prohibidos! ¡Que no se atrevan porque ese mismo instante me levantaré de mi sepulcro y volveré a los toros! Y si ya no existen, me los inventaré. Y haré que José María Plaza vuelva a vestirse de corto y con él marcharé a buscar a los Chalupas perdidos para ver cómo él sigue dando esas verónicas de belleza y cadencia insólitas, que yo jalearé desde el tendido como el más necio, viejo, obsesivo aficionado que juro volver a ser si alguien osa quitarme la posibilidad de, alguna vez regresar a ser espectador de una corrida.

Primera reunión del aficionado práctico


Fotografía: Alberto Suárez
El día de ayer, Somos Ecuador realizó la primera reunión para la feria del aficionado práctico 2010. Con la presencia de alrededor de 30 aficionados se conversó sobre los parámetro a seguir este año en el festival; además de hablar sobre el ganado a lidiarse y la actuación importante que este año tendrá el público que asista cada día.
Esta feria contará con la presencia de importantes aficionados no solo de Ecuador, si no también de Venezuela y Perú.

lunes, 15 de marzo de 2010

Almudena Grandes, escritora: 'No me digan que la Fiesta no tiene que ver con la cultura'


Fotografía: Alberto Suárez
La escritora Almudena Grandes publicó ayer lunes un interesante artículo en ‘La Última' del periódico El País a raíz de las recientes comparecencias en el Parlamento y sobre los toros en Cataluña.
Frente a los ataques que lanzó la escritora Espido Freire, Grande apela a la ‘elegancia de los taurinos' y pide respeto "a la emoción incomparable del único único milagro al que he asistido jamás, 600 kilos y dos pitones en punta". El artículo de la escritora de obras como 'Malena es un nombre de Tango', 'Las edades de Lulú' y 'El Corazón Helado es el siguiente':

Arte
Sé que algún día sucederá. Al menos, si lo permiten los terremotos, los tsunamis, las inundaciones, las tormentas perfectas, las imperfectas y las de hielo. Si nuestra civilización sobrevive a sus efectos, algún día desaparecerán. Preferiría no estar presente pero, de lo contrario, sobreviviré a su pérdida sin oponer una resistencia patética, plagada de tópicos pobres, tan mal estructurados como los que esgrime el enemigo.
No descompondré la figura, porque los taurinos, antes que a decir olé, aprendemos a ser elegantes.
Dar, o no dar, espectáculo. Venirse arriba. Cambiar de tercio. Entrar al trapo. Salir a hombros. O por la puerta grande. Ponerse el mundo por montera. Estar aseado. Hacer una faena de aliño. Lleno hasta la bandera. El cartel de no hay billetes. Echar las patas por alto. Dar la alternativa. Colgar los trastos. Jugarse el tipo. Atarse los machos. Hacer el paseíllo. Entrar por derecho. Buscar la ruina. ¡Música, maestro! Sacar los pañuelos. Echar un capote. Dar una larga cambiada. Pinchar en hueso. Estar para el arroz. Cortar las dos orejas. Dar la vuelta al ruedo. Ver los toros desde la barrera...
Podría seguir, pero no es sólo el idioma. También la plástica, la música, la estética. Y no voy a detenerme en los hígados de las ocas, en la guerra, en la explotación, en nuestra propia naturaleza animal, pero no me digan que la Fiesta no tiene que ver con la cultura. Hablen de crueldad, de sangre, de sufrimiento, y lo admitiré aunque me prive de la única liturgia que respeto, la emoción incomparable del único milagro al que he asistido jamás, 600 kilos y dos pitones en punta, un hombre desarmado, una muleta, y el arte que le salva de la muerte.
Tampoco voy a intentar explicarles eso, no teman. Entiendo, incluso, que no lo entiendan. Pero, en nombre de la propia cultura, por favor, tonterías, las justas.

miércoles, 10 de marzo de 2010

La Monumental Plaza de Toros Quito cumplió 50 años de existencia


Por: Andrea Guevara
Esta bella imagen de Plaza llena se repite cada año. Que orgullo ser quiteños y tener en nuestra plaza La Mejor Feria de América
La Plaza de toros de Iñaquito, que alberga cada año la Feria taurina más importante del Ecuador, la Feria de Quito “Jesús del Gran Poder”, cumplió el 5 de marzo sus 50 años de existencia.

Como invariablemente sucedió con las ciudades iberoamericanas que adoptaron a la fiesta de los toros como propias, en Quito, la plaza mayor de la ciudad fue la primera utilizada como “plaza de toros”. Fue con el pasar de los años que se construyeron recintos destinados específicamente para el desarrollo de las corridas de toros.

En el año de 1959, un grupo de aficionados quiteños se reúnen con Marco Tulio Gonzales con la intención de hacer una plaza de toros, se logra la donación de un terreno y se convence al directorio para la construcción de la misma. El mismo Marco Tulio Gonzales, hace un préstamo en el Banco del Pichincha, se contacta a la constructora “Menatlas” la que construye la Plaza en el periodo de 10 meses.

La plaza fue inaugurada el sábado 5 de marzo de 1960, se organizaron 3 festejos seguidos. Los toreros que actuaron en el cartel inaugural fueron Luis Miguel Dominguín, Pepe Cáceres y Manuel Segura, el domingo 6 actuaron Juan Silveti, Antonio Ordoñez y Manuel Segura y el día 13 se llevo a cabo un mano a mano entre Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordoñez.

En diciembre de 1960, con la tercera temporada que se celebra en la Monumental Quito, inicia la Feria de Quito “Jesús del Gran Poder”. El máximo trofeo que se disputa en ella es la Estatuilla del Jesús del Gran Poder, que es una réplica de Jesús cargando la cruz. Esta representación fue tomada como imagen con permiso de los padres Franciscanos de una de las iglesias más importantes de Quito, la de San Francisco, en pleno centro colonial. Asimismo, los novilleros se disputan el trofeo Virgen de Quito.

De ahí, hasta la actualidad, se se celebra la Feria de Quito, que es sin duda una de las ferias taurinas más importantes de América, desde los últimos días de noviembre hasta la primera semana de diciembre, coincidiendo así con las festividades quiteñas.

La Cámara de Agricultura fue la primera empresa que estuvo a cargo de la administración de la plaza, posteriormente pasó a manos de Cayetano Ordóñez y luego de Luis Miguel Dominguín. Fue su hermano, Domingo, quien se radicó en el país y a quien le fue encargada la administración de esta, luego fue Don Pablo Martin Berrocal quien manejaba el destino del coso quiteño. La empresa CITOTUSA fue adquirida, con todos sus activos, incluida la Plaza de Toros Quito, por los hermanos Juan Fernando y Pablo Salazar hace casi 15 años, tiempo en el cual han estado al frente de la misma, realizando una excelente labor.

En los casi 50 años que tiene la Feria, Quito ha recibido a las mejores figuras del toreo mundial: Pedro Martínez "Pedrés", Antonio Chenel "Antoñete", César Girón, Sebastián Palomo Linares, Miguel Mateo "Miguelín", Santiago Martín "El Viti", Manuel Benítez "El Cordobés", Ángel Terruel, Gabriel de la Casa, Dámaso González, Francisco Rivera “Paquirri”, José Cubero “Yiyo”, Juan Antonio Ruiz “Espartaco”, Curro Vásquez, José María Manzanares, Roberto Domínguez, José Ortega Cano, Pedro Gutiérrez "El Niño de la Capea", Luis Francisco y Juan Antonio Esplá, César Rincón, Víctor Méndez, José Miguel Arroyo "Joselito", Carlos Collado "Niño de la Taurina", y en los últimos 10 años Enrique Ponce, Raúl Gracia “El Tato”, José Tomás, Jesulín de Ubrique, Finito de Córdoba, Julián López "El Juli", Morante de la Puebla, David Fandila “El Fandi”, César Jiménez, Sebastián Castella, Miguel Ángel Perera entre otros.

La Feria de Quito es la más importante de América, y es también una parte fundamental de la historia de la ciudad así como una parte inalienable e indestructible de la cultura quiteña. Se espera que en los próximos meses se realice una serie de eventos para celebrar las “bodas de oro” del coso quiteño y su Feria.

martes, 9 de marzo de 2010

La Fiesta Brava


POR: Jorge Raúl Nacif
TVA.COM.MX
Fotografía: Alberto Suárez

La Fiesta de los Toros es uno de los espectáculos más antiguos de la humanidad, ya que sus primeros antecedentes datan de la antigua Grecia, concretamente en la isla de Creta. Ya desde ese momento, hubo muchos detractores a este juego con la muerte, que se convirtió en danza. Los que están en contra de la fiesta, dan dos argumentos principales: que se “tortura” al toro con los puyazos y banderillas, y claro, que la res es muerta en el ruedo.

Sin embargo creo que los opositores no entienden en lo más mínimo lo que es el toreo. Se fijan mucho en los accidentes, pero no en la esencia. El toreo es, ante todo, un arte, pues como todo arte posee dos características fundamentales: la estética y la técnica.

Si bien es cierto que el arte es un concepto un tanto subjetivo, casi siempre cumple con estos dos elementos. Pero el arte del toreo tiene algo más: el peligro. Decía David Silveti que el don más generoso que un artista puede dar, es que en aras de su obra ponga en juego la vida, y es que el torero sin duda deja en prenda su vida misma.

El toreo no es toreo porque se pique y banderillee a los toros, sino porque el torero, provisto de muleta o capote, domina las temperamentales embestidas de un animal con sangre brava y crea belleza, ritmo y plasticidad, eso es lo que gusta. Si lo que gustara fuera la sangre y las heridas de toro, o su misma muerte, en todas las corridas el aficionado saldría feliz, pero no es así y hay tardeas aciagas sin triunfo. Por eso no entiendo a la gente que ha dicho que somos sádicos, o preguntan el porqué vamos a ver ese salvajismo, repito, el taurino no va a ver la sangre o la muerte del toro, no, va a ver belleza y temple.

Para los que no sepan, los puyazos que dan los picadores tienen un objetivo claro. Sirve para descongestionar al toro, y mientras sangra, se va purificando.

El toro produce en demasía esta sustancia porque está tenso desde que lo sacaron de su habitat para llevarlo a la plaza. Lo mismo sucede con los puercos o las reses que llevan al matadero para que todos consumamos su carne, pero como no se descongestionan, muchas veces nos enfermamos por comerlos y ni sabemos por qué. Las banderillas sirven, además de adorno para el morillo, como medio se reavivar la bravura del toro, visiblemente calmado con el puyazo.

La muerte del toro en el ruedo es la culminación de una obra, como toda vida termina en la muerte, la única certeza que tenemos siempre. Igual mueren otros animales para alimentar al hombre, y son tratados mucho peor que los toros de lidia: llegan al matadero en un camión de mucho menos capacidad, asfixiándose, uno encima de otro. Y no los matan higiénicamente, sino aquí si, de autentico desangre.

Yo pregunto, ¿eso si es cruel, o no? En el ruedo, el toro muere peleando por su vida, y cumpliendo con su objetivo de vida y crianza, que es el ser lidiado. Si se crían gallinas para hacer caldos, igual se crían toros para ser lidiados.

Lo anterior es importante, pues la raza del bello toro de lidia existe por que hay corridas, si no las hubiera sería una especie extinta. Los ganaderos de bravo son los verdaderos ecologistas y gracias a ellos el toro está en equilibrio ambiental en su entorno. Lo que importa en el mundo animal no son los individuos, sino la especie (esa es una de las tantas diferencias que hay entre animales y hombres), y la especie del toro bravo va en ascenso cada vez más.

Finalmente se habla de los derechos de los animales, bueno, esto se oye bien pero es una falacia. Los animales no tiene derechos, el termino de derecho es un concepto meramente humano, existen derechos porque existen seres humanos, ya que la dignidad humana deriva de que el hombre es fin, es decir, tiene fundamento en sí mismo.

El animal no puede tener derechos porque, como animal que es, su razón en la existencia es el de servir como medio a los hombres, medios para que el hombre viva mejor, ya sea que sirvan como alimentos, transporte o para la investigación científica; los animales están en un nivel inferior, en la escala biológica están por debajo, pero también en las escalas metafísicas. Por ello, importa la especie, no el individuo, ya que la especie garantiza el equilibrio ambiental y el recurso para los hombres. Se dice que hay que cuidar a los animales, y vaya que al toro se le cuida.

Por eso, lo importante en una sociedad es garantizar los derechos de los hombres, y luchar en serio para terminar con la pobreza, el hambre y la injusticia. Esos sí son problemas y crueldades, nos estamos matando entre hombres supuestamente racionales. Y todavía hay quien dice que los toros son malos…

Olé...

viernes, 5 de marzo de 2010

50 años de la Plaza de Toros Quito


Por: Oswaldo Paz y Miño
Fotografía: David Izurieta

El 5 de marzo la plaza de toros Quito cumple sus bodas de oro, inagurada en lo que para la epoca eran las afueras de la ciudad, se encuentra ahora en pleno centro financiero de Quito, actualmente la empresa CITOTUSA es la dueña del coso, La plaza de toros Quito cuenta con un aforo de 15.000 en ella se realiza la Feria de Quito Jesus del Gran Poder, cada año en Diciembre

El sabado 5 de marzo de 1960 se inaguro la Monumental Plaza de Toros Quito con tres festejos en el primero de estos realizaron el paseillo Luis Miguel Dominguín, Pepé Caceres y Manuel Segura, el domingo 6 hicieron el paseillo Juan Silveti, Antonio Ordoñez y Manuel Segura y la tercera corrida se realizo el 13 de marzo fue un Mano a Mano entre Luis MIguel Dominguín y Antonio Ordoñez.

jueves, 4 de marzo de 2010

El toro y el piano


Por: Antonio Caballero
6Toros6 No.795

He dicho muchas veces aquí -porque uno se repite: no es como el río de Heráclito, que es siempre un río distinto- que en el toreo todo se repite. Porque -más o menos- ya está inventado todo. Las suertes, las variaciones sobre las suertes, las interpretaciones de las diversa variaciones de las diferentes suertes. El toreo evoluciona, claro está, porque está vivo. Pero ya está inventado.

Lo que está todavía sin inventar es el instrumento con el que se tore. Es decir, el toro.

Porque el instrumento que se una para torear no son los trastos, como pudiera pensarse a la ligera: capote, muleta, estoque. Estos son simplemente prótesis, prolongaciones del cuerpo del artista, comparables, digamos, a la uña postiza o a la púa de cuerno o de metal que usan algunos guitarristas, o al arco del violín. Se puede torear sin muleta: como con un sombrero. Domingo Ortega fue explícito: se torea con la palma de la mano. Y también con todo, claro: también lo he dicho aquí muchas veces. He visto a Manzanares padre torear de tal manera que lo hacía hsta con los pliegues plisados de la camisa de encajes. Es concebible incluso que se pueda matar al toro con la mano desnuda. No sólo fingidamente, como se hace cuando se concede el indulto. Sino de verdad, con un limpio y seco golpe del filo de la mano semejante al que dan los karatecas para partir un ladrillo. Los trastos, pues, no son más que trastos: utensilios, herramientas. Cosas inútiles. Vean ustedes lo que es un capote colgado en el filo de la barera, por primorosamente plegado y planchado que esté, antes de la corrida, en el tendido de capotes. O una muleta arrancada de la mano del matador, tirada en la arena: una mancha mate y muerta. Cosas muertas.

El instrumento que toca el torero es el toro, como el instrumento que toca el pianista es el piano.

Pero el piano está perfectamente inventado ya. No creo que sea perfeccionable. Ha evolucionado, claro, y en poco se parece un piano de cola de hoy a una espineta del siglo SVII o a un painoforte, un hammerflugel de martillos metálicos como los que tocaba Beethoven o Schubert. Para mejorar el piano actual sería necesario inventar otro instrumeto, tan distinto de él como puede ser la guitarra eléctrica de docd cuerdas de la guitarra "seca" clásica. Y ya no sería un piano.

También ha evolucionado el toro, de acuerdo. Pero no estoy seguro de que haya mejorado, aunque hay quienes sostienen (ganaderos y críticos) que hoy es mejor que nunca. Se habla de la mayor "toreabilidad" de uno u otro encaste del toro moderno, como si entre músicos se hablara de la "pianabilidad" de las distintas marcas de pianos: el Pleyel, el Seinway, el Yamaha que tiene nomre de electrodoméstico y recuerda la definicióin que le dio Rafael de Paula a un periodista que le preguntaba la técnica de su toreo; ¿yo técnica? "Técnica es lo que tiene el hombre que viene a arreglar la lavadora". El toro ha evolucionado, claro, en función del toreo,, y de los públicos. Y no creo que un "victorino" de hoy se parezca mucho a un "saltillo" de Marqués del Saltillo, que fue el fundador del encaste, aunque la estructura general sea la misma: cuatro patas, dos cuernos y un rabo. Sin embargo no es eso a lo que me refiero, sino al hecho de que, como dicen a veces -como repiten siempre- los toreros, "cada toro es un mundo". Cosa que no sucede con los pianos.
Sale un pianista al escenario de una sala de conciertos, saluda al público con una leve inclinacióin, y se sienta a tocar. Tiene un piano delante. PUede ser un Gaveau, o un Fischer, o un Yamaha con nombre de lavadora, pero es un piano. Sale en cambio un torero a la plaza, y por muy bien que conozca la ganadería anunciada y los caprichos de su encaste, y aunque con gran detalle le haya descrito su peón de confianza lo que vio por la mañana en el sorteo, no sabe nunca con qué se va a encontrar, con quien va a vérselas. Es como si cuando el pianista se asoma resuelto a interpretar, qué sé yo, una sonata para piano de Beethoven que se sabe de memoria, se popara con un piano radiclamente distinto del de la víspera. Uno con más teclas, o con menos teclas, o con forma de pandereta, o con sonido de trombón. O sin sonido, o con apenas un zumbido como el de una rueca de hilar. O, en vez de un piano, con una pelota de playa. O solamente con la baquetita, y sin piano.

A los toreros eso les pasa a diario.
Alguna vez se atrevió Domingo Ortega, torero y ganadero, a aventurar la opinión herética de que el toro bravo no existe ni ha existido nunca. Y de que sería bueno para la salud de la fiesta brava buscar otro animal más susceptible de ser toreado. Una especie de piano.

El problema reside en que el toro, a diferencia del piano, no se puede inventar. Porque está vivo.